Testigo Señora Tiedmann

Charlotenburgo, calle Harttenberg 37. Jura.

PRESIDENTE – El acusado ha vivido en su casa durante algunas semanas. ¿Qué puede decirnos con respecto a su conducta personal?


TESTIGO – Era un joven noble, modesto, tranquilo y pulcro. Todo lo conservaba en orden. El día del hecho, en la mañana del 15 de marzo, la mucama me comunicó que el señor lloraba en su habitación. Le dije que quizás había perdido a un pariente y que lo dejara tranquilo porque yo no lo podía ayudar por desconocer su idioma. Poco después ya había salido, pero previamente lo visité y vi que tomaba coñac, cosa que me extrañó mucho. Después de que salió fui de nuevo a su habitación: todavía estaba sobre la mesa la botella de coñac de la cual había tomado.

PRESIDENTE - ¿Sabe usted cuándo había comprado el coñac?

TESTIGO – Dijo la mucama que aquella misma mañana.

PRESIDENTE - ¿Qué cantidad había tomado de la botella?

TESTIGO – Casi un tercio de una botella de tres cuartos de litro.

PRESIDENTE - ¿Había comido aquella mañana?

TESTIGO – Había tomado té como todos los días.

PRESIDENTE - ¿Tuvo usted alguna sospecha?

TESTIGO – En absoluto, hasta que volvió a casa mi mucama, comunicándome: “¡Oh, señora Tiedmann, nuestro señor ha sido asesinado…!”. Le contesté: “¿Qué, está usted loca…?”. Luego me enteré de que él había matado a otro. Al principio no lo podía creer.

PRESIDENTE - ¿Tenía el acusado aquel día su tranquilidad habitual o se le notaba un malestar interno o alguna desubicación?

TESTIGO – Un día lo visitó uno de sus conocidos. Dijo: “El señor está enfermo, hay que darle una habitación con mucho sol…”

PRESIDENTE - ¿Le notó usted algo particular cuando vino a su casa?

TESTIGO – No.

PRESIDENTE - ¿Tampoco notó nada durante todo el lapso que vivió con usted?

TESTIGO – No.

PRESIDENTE - ¿Estudiaba?

TESTIGO – Sí, salía muy poco.

PRESIDENTE - ¿Recibía visitas?

TESTIGO – En absoluto.

PRESIDENTE - ¿Tocaba música?

TESTIGO – No.

PRESIDENTE - ¿Notó su estado nervioso?

TESTIGO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Era tímido?

TESTIGO – No podía mirarme a la cara, se confundía, era tímido y se avergonzaba.

PRESIDENTE - ¿Vivía aterrorizado?

TESTIGO – Tenía aspecto espantado.

PRESIDENTE - ¿Algo así como poseído por profundas meditaciones?

TESTIGO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Daba algunas veces respuestas incomprensibles, inexactas y confusas a cuestiones sencillas?

TESTIGO – No, no puedo decir eso.

PRESIDENTE - ¿Le notó alguna vez estados enfermizos?

TESTIGO – No, pero él decía estar nervioso y enfermo.

PRESIDENTE - ¿Ha notado si en su casa tuvo alucinaciones y caídas?

TESTIGO – No.

PRESIDENTE – De modo que usted atestigua a favor del acusado.

TESTIGO – Era un joven íntegro.

PRESIDENTE – (Al traductor) Decid al acusado que este testigo tampoco declaró en su contra (Le dice). Quisiera saber también con quién vino el acusado para alquilar su casa.

ACUSADO – Con el presidente de la Unión de Estudiantes Armenios.

PRESIDENTE - ¿Está él aquí hoy?

ACUSADO – No.

PROFESOR KASSIRER – Ruego se le pregunte al acusado si el coñac lo compró aquel día y por qué lloraba.

ACUSADO – Lo había comprado un día antes porque me sentía débil. Por la noche tomé un pequeño trago, también por la mañana otro pequeño trago con el té.

PRESIDENTE - ¿Tomó mucho la mañana del hecho?

ACUSADO – No, tomé un poco con el té.

PRESIDENTE - ¿Hizo traer un vaso?

ACUSADO - Pedí un vaso para tener una medida.

PRESIDENTE – El acusado insiste haber tomado poco. ¿Lloró aquella mañana?

TESTIGO – Sí, lo oí personalmente.

DEFENSOR VON GORDON - ¿No era acaso una canción triste?

TESTIGO – Podría ser, ellos tienen tales melodías, pero me pareció que lloraba.

PRESIDENTE - ¿Recuerda, acusado, si en la mañana del hecho lloraba o cantaba?

ACUSADO – No.

DEFENSOR VON GORDON - ¿Usted vio al acusado tomando el coñac o fue la mucama? ¿Cuándo lo vio? ¿Aproximadamente a que hora? ¿A las siete? ¿Alrededor de las ocho?

TESTIGO – Después de las nueve.

DEFENSOR VON GORDON - ¿Salió luego? ¿Cuándo regresó?

TESTIGO – No volvió más.

DEFENSOR VON GORDON – Claro que regresó. Dice usted haber salido entre las siete y las ocho.

PRESIDENTE – La hora se puede discutir.

TESTIGO – Salió aproximadamente a las once. Luego de tomar el té se quedó en la habitación. Sólo más tarde arreglé la habitación.

PRESIDENTE - ¿No habrá oído usted algún ruido raro antes de la salida del acusado y creyó que lloraba? Después de la partida del acusado, ¿notó que faltaba el tercio de la botella de coñac? ¿Es cierto que el coñac había sido comprado un día antes?

TESTIGO – No sé.

DEFENSOR VON GORDON - ¿Sabe si la botella fue abierta aquella misma mañana?

TESTIGO – La mucama lo sabrá con mayor precisión.

PRESIDENTE – Acusado, ¿había comprado usted la botella un día antes y tomado de ella?

ACUSADO – Hice abrir la botella en el mismo negocio donde la compré.

PRESIDENTE - ¿Y la tomó por la noche con el té?

ACUSADO – Por la noche tomé un poquito con el té.

PRESIDENTE - ¿Y por la mañana no tomó con el vaso?

ACUSADO – No.

PRESIDENTE – El acusado niega haber tomado el coñac en vaso. Esto es incomprensible.

ACUSADO – Primero llené el vaso de coñac para luego mezclarlo con el té.

DEFENSOR VON GORDON - ¿Ha notado usted, testigo, si el acusado trataba de leer en alemán, si hacía ejercicios de alemán?

TESTIGO – Sí.

DEFENSOR VON GORDON - ¿Tomaba lecciones de usted?

TESTIGO – No, pero tomaba lecciones, por lo menos decía que tenía clases.

FISCAL KOLNIK – Cuando el acusado vino a su casa, ¿poseía ya la pistola?

TESTIGO – No.

PERITO LIPMANN - ¿Qué impresión dejaba el acusado? ¿De disgustado o afligido?

PRESIDENTE - ¿Era indeciso?

TESTIGO – Sí, indeciso, al menos me pareció que el joven estaba muy indeciso.

PRESIDENTE – Sra. Stilbaum, mientras el acusado vivía en su casa, ¿vio usted la pistola?

TESTIGO STILBAUM – No.

PRESIDENTE - ¿Eran muchas las pertenencias del acusado?

TESTIGO STILBAUM – No, sólo una valija que siempre dejaba abierta.

PRESIDENTE - ¿Abrió alguna vez la valija?

TESTIGO STILBAUM – Estaba abierta, él la había abierto y colocado en el ropero.

PRESIDENTE - ¿Dónde había guardado la pistola?

ACUSADO – Estaría en la valija.

PRESIDENTE - ¿También en la casa de la Sra. Stilbaum?

ACUSADO – Estaba en mi valija.

TESTIGO STILBAUM – Yo no la he visto, sólo tenía una pequeña valija de mano.

PRESIDENTE – Es extraño que habiendo visto frecuentemente la valija no haya visto la pistola.

TESTIGO STILBAUM – Yo no dije haber revisado la valija.

PRESIDENTE – Señora Stilbaum, usted presta este testimonio bajo juramento. ¿No vio la pistola siquiera una vez?

TESTIGO STILBAUM – Ni una sola vez.


(No se considera necesario formular mas preguntas a los testigos Stilbaum y Tiedman.)