Prólogo

Varias décadas antes de que el jurista Lemkin, movido por la tragedia horrible de la Shoá, introdujera en el derecho penal internacional la categoría jurídico-penal del genocidio, el Estado turco de aquel entonces perpetró, entre 1915 y 1916, la masacre generalizada del milenario pueblo armenio. Aplicó un plan sistemático de exterminio, eliminando a casi toda la parte de la nación armenia asentada en las provincias originarias de ese pueblo, en la Anatolia Oriental, y en otros numerosos lugares del Imperio Otomano. El número de víctimas (varones, mujeres y niños) superó el millón y medio y el nuevo Estado turco no ha reconocido su responsabilidad por este inmenso desastre ni ofrecido reparaciones.

El marco de esta tragedia lo dio la primera guerra mundial, cuando el Imperio Otomano se alineó con las potencias centrales (Alemania, Austria) debido, fundamentalmente, a que entre las potencias aliadas se encontraba Rusia, enemiga secular de Turquía.

La alianza germano-turca hizo que diplomáticos y militares alemanes tuviesen una presencia acrecentada y un fuerte influjo en los asuntos del gobierno turco. Sin la tolerancia alemana no hubiese sido posible que la gran hecatombe fuese perpetrada. También las potencias aliadas y los Estados Unidos, al igual que ocurrió con la Shoá, no hicieron esfuerzos serios para evitar la consumación del genocidio armenio. En esos momentos terribles, sólo algunas personalidades relevantes, entre ellas, también alemanes, realizaron infructuosas gestiones para detener la masacre.

Tras ella, la nación armenia únicamente sobrevivió en la limitada porción de su asentamiento territorial dominado desde 1828 por el Imperio Ruso, y a través de una extensa diáspora, uno de cuyos centros se halla en la Argentina.

Los armenios, sobre todo sus sectores dirigentes, habían participado en la Revolución de los Jóvenes Turcos que en 1908 derribó el régimen de los sultanes y dio lugar a que se sancionara una constitución moderna e igualitaria. Sin embargo, los nuevos políticos turcos pronto volvieron a tomar el camino de un cerrado nacionalismo, ya corriente en la época de los sultanes, que veía con aprehensión la importancia e influencia de griegos y armenios en la sociedad y en la economía del Imperio Turco.

Igualmente pesaba en el complejo antiarmenio que la parte del pueblo instalada en las provincias de Anatolia Oriental venía aspirando, desde mediados del siglo XIX al reconocimiento de su nacionalidad y autonomía, e inclusive llegar a la independencia. La identidad armenia por otra parte, está muy ligada a la antiquísima Iglesia Armenia (los armenios se convirtieron al Cristianismo en el año 301 de esta era).

Esta situación hizo, como dijimos, que a fines del Siglo XIX, aún bajo el gobierno de los sultanes, comenzara a difundirse entre los medios políticos nacionalistas turcos la idea del exterminio de todos los armenios que habitaban el Imperio, y este pensamiento monstruoso condujo a que, bajo el propio Sultán Abdul Hamid se llevaran a cabo feroces matanzas de armenios (1894-1896). Pero la Joven Turquía puso en pie un sistema de completo exterminio planificado, bajo la dirección estatal, y lo ejecutó de manera implacable e infinitamente cruel. En lo básico, siguiendo las instrucciones del gobierno central, cuyos mayores responsables eran el Ministro del Interior Talaat Pashá y el Ministro de Guerra, Enver Pashá. Estos dos ministros suscribieron la instrucción del 15 de abril de 1915 junto con el Secretario Ejecutivo del Comité Unión y Progreso, Dr. Nazim, que desde tiempo atrás era el ideólogo del exterminio. De conformidad con las instrucciones recibidas, los gobernadores de provincias y funcionarios inferiores organizaron el traslado a pie de la población armenia desde ciudades y aldeas (la mayoría de los armenios eran campesinos, artesanos o pequeños comerciantes, mientras que sólo una reducida minoría se ocupaba del gran comercio y de la vida intelectual y política en los altos niveles).

Pero el traslado era hacia la nada, hacia zonas completamente desérticas. En el camino se practicaba la matanza indiscriminada y la tarea era completada por el hambre y la sed. Los "gendarmes" que acompañaban el traslado habían sido reclutados de la población carcelaria y tenían carta blanca para el saqueo y la violación.

Este cuadro, que superaba todos los horrores ya conocidos en el Oriente, fue ocultado a la opinión pública, y después tergiversado, para disimular tanto la culpa de las potencias centrales como de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.

El libro que ahora se reedita, es simplemente la transcripción de las actas de un proceso célebre, ventilado ante los tribunales de Berlín, en 1921, contra Soghomón Tehlirian, por homicidio en la persona del ex Ministro del Interior del Gobierno turco, Talaat Pashá.

Soghomón Tehlirian fue el único miembro de una familia acomodada de la ciudad de Yerzingá, que logró sobrevivir al transporte porque lo dejaron por muerto y luego, el segundo día, recuperó la conciencia, encontrando sobre sí el cadáver de uno de sus hermanos, mientras su hermana menor había sido violada y asesinada y muertos también sus padres. En una constante lucha por la supervivencia consiguió llegar a Persia y de allí pasó a Tiflís (capital de Georgia), donde fue asistido por la Iglesia Armenia y obtuvo trabajo. Cuando el ejército ruso ocupó las viejas provincias armenias del Imperio Otomano, ahora vaciadas de armenios, regresó a Yerzingá, donde en el destruido hogar paterno rescató, del escondrijo que él conocía, los ahorros de la familia. Con ellos llegó a Salónica, desde ahí a Serbia, y desde Serbia a París, pasando después, a través de Ginebra, a Berlín.

Desde su fugaz paso por Yerzingá sufrió de alucinaciones y desvanecimientos y siempre estuvo afectado por la incapacidad de realizar tareas estables y esfuerzos permanentes.

Con todo, tenía el deseo de volver a encaminar su vida y adquirir una formación técnica. Esto lo llevó a Berlín, donde -según lo sostuvo Soghomón en el juicio- encontró a Talaat Pashá. Desde ese momento lo asaltó la visión de su madre asesinada, reclamándole que hiciera justicia (Talaat Pashá se hallaba prófugo porque finalizada la guerra había sido condenado a muerte por una Corte Marcial del Estado Turco como uno de los responsables de la masacre armenia). La lectura de las actas del proceso deja una impresión, difícil de definir, en torno a los motivos de todo el peregrinaje de Soghomón Tehlirian, desde que consiguió salvar su vida. La pistola con la cual ejecutó a Talaat Pashá el 15 de marzo de 1921, la había adquirido en 1919 en Tiflís, cuando, en apariencia, no sabía aún que Talaat Pashá era uno de los principales responsables de la masacre. De esto se enteró en 1920, al encontrarse en Constantinopla y leer en la prensa las noticias sobre la condena a muerte de Enver y Talaat, y otros responsables, por la Corte Marcial. En el proceso declara que no supo que Talaat estaba en Berlín hasta que por casualidad lo encontró, pero en la etapa preliminar parece haber dicho que su traslado a Berlín fue motivado por el interés en los estudios técnicos y porque pensaba que allí se encontraba Talaat. De todos modos, queda por completo en claro que 15 días antes de dar muerte al genocida comenzó a tener la visión de su madre de la que ya hablamos, y se mudó a una habitación ubicada frente a la casa de Talaat Pashá. Como hipótesis, me animo a pensar que la llama que mantuvo en acción a Soghomón Tehlirian en su desolado peregrinaje fue un impulso poco conciente de hacer justicia con los asesinos de su familia y de su pueblo.

Aquí debe guiarnos el pensamiento del padre del moderno Derecho de Gentes, Hugo Grocio, que, en su teoría penal pone como sujeto activo originario de la punición a la víctima, cuya potestad punitiva ejerce el Estado sólo por una suerte de delegación. Pero, para los delitos contra el Derecho Natural y de Gentes, como era indudablemente el caso del genocidio armenio, nace la jurisdicción universal, que exige que cualquier Estado tome la iniciativa de la persecución penal, aunque los hechos hayan ocurrido fuera de su territorio y no perjudiquen a sus súbditos. Estas ideas tienen, hoy día, un amplio reconocimiento, y aparecen aplicadas, casi en estado puro, en los casos seguidos por la Audiencia Nacional Española contra Pinochet y contra responsables argentinos de la masacre de los años 1976/1983. Y tanto los juicios de Nüremberg como el de Eichmann se fundan en los mismos principios. Notablemente, ya en la época en que Soghomón Tehlirian buscaba realizar el acto de justicia elemental que cumplió, el Tratado de Versalles en su art. 227, daba el paso decisivo hacia el reconocimiento internacional de la jurisdicción universal. Este paso ha querido llevarse a su plena realización con el Tratado de Roma que, en nuestros días, concretando aquellos anhelos, estableció la Corte Penal Internacional, pero que no ha sido reconocida por las grandes potencias imperiales (E.E.U.U., Rusia y China).

Cuando transcurre el proceso de Soghomón Tehlirian, el principio de la jurisdicción internacional, como vemos, ya había surgido, pero no se encuentra, en ese ámbito, ninguna repercusión de las ideas nacientes. Al leer las actas, me parece percibir que tanto el Juez Presidente (Lemberg) como los defensores, los testigos y peritos, en su mayoría, y en algún modo el propio fiscal, buscaron cómo salvar a Soghomón de la pena de muerte que legalmente podría corresponderle, guiados por un vago sentimiento que, al fin uno de los defensores, el Dr. Johannes Wertauer, expresó con toda fuerza, de que la muerte de Talaat Pashá era la justa venganza por el pueblo armenio. Si el Juez Lemberg, cuyos sentimientos parece que corrían paralelos a los del defensor, hubiera poseído las nociones que ahora son corrientes, se hubiera encontrado frente al problema de que los tribunales alemanes nada habían hecho para castigar a Talaat Pashá, pero tampoco había existido un grupo de armenios que fuera a reclamar justicia a esos tribunales.

La absolución pronunciada sin vacilaciones por el Jurado se funda en el sentimiento de justicia, pero un sentimiento no articulado. El problema con que nos enfrentamos en el caso de Soghomón Tehlirian consiste en saber si frente a la inoperancia del sistema represivo que debería ser universal, el sujeto originario del derecho a punir, o sea la víctima, puede volver a tomar en sus manos las atribuciones de justicia, y ejecutar por sí la sentencia ya pronunciada por un tribunal del propio Estado del transgresor. Es una cuestión estremecedora que sólo cabe resolver en la comprensión vívida y presente de la víctima-ejecutor. La vivencia del tribunal berlinés fue aprobar la acción de ese ejecutor. Había, entonces, jueces en Berlín.

El proceso alcanzó allí su punto culminante pero, en su transcurso, se suscitaron problemas de actualidad para nosotros. Uno de ellos es la responsabilidad penal por los delitos contra la humanidad perpetrados en forma mediata por el dominio de un aparato estatal de poder. Esta terminología proviene de la doctrina penal más moderna, y ha sido ampliamente usada entre nosotros desde el juicio a los miembros de las tres primeras juntas militares de la dictadura de 1976/1983. Pero, sin utilizar esta elaboración, los jueces y partes del proceso de Berlín no tuvieron ninguna duda acerca de esta manera de autoría, según lo que ya señalamos, y además el fantasma de la “desaparición” aparece en el juicio. Soghomón Telhirian no había visto los cadáveres de toda su familia, pero nunca más había visto a esos allegados faltantes y el Presidente Lemberg, en un momento pregunta "¿de modo que han desaparecido, se han hecho invisibles?", preludiando el exterminio nazi y el exterminio argentino.

Para cerrar estas reflexiones sobre un texto judicial básico para la doctrina del Derecho Penal de Gentes no puedo olvidar que el impacto emocional del genocidio armenio me vino, hace ya años, de la lectura de la novela de Franz Werfel Los cuarenta días de Musa Dagh, aparecida en 1933, en la cual el autor efectúa una correlación entre la condición armenia y la condición judía ¿En el año del ascenso del Nazismo al poder, presagiaba Werfel la Shoá?

Leopoldo Schiffrin
Juez de la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata

Breve reflexión sobre el delito de genocidio

El hombre es un misterio, un misterio que es necesario esclarecer. Si pasas toda la vida tratando de esclarecerlo, no digas que has perdido el tiempo; yo estudio este misterio porque quiero ser hombre. Fiodor Dostoievski, 18 de agosto de 1839.

Rafael Lemkin (1900-1959) creó la palabra "genocidio" combinando “geno”, término griego que significa raza o tribu, con “cidio” del latín que significa matar. Al proponer este nuevo término, Lemkin se refería a "un plan coordinado compuesto por diferentes acciones que apuntan a la destrucción de los fundamentos esenciales de la vida de grupos nacionales, con el objetivo de aniquilar dichos grupos”.

La Convención para la prevención y sanción del genocidio, aprobada por la III Asamblea General de las Naciones Unidas el 9 de diciembre de 1948, nace como consecuencia del conocimiento de los asesinatos masivos y los planes de exterminio ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial y cometidos por el Régimen Nazi de Alemania y sus aliados. Fue puesta en vigencia el 12 de enero de 1951 y ratificada por la mayoría de los países, entre ellos la Republica Argentina, mediante decreto ley 6286/56 del 9 de abril de 1956. La Convención tipifica este delito mediante una serie de actos enumerados realizados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal. En los trabajos preliminares de la Convención aparecía incluido el genocidio de grupos políticos, que finalmente no quedó plasmado en la Convención definitiva.

El exterminio por parte de Turquía, entre los años 1915 y 1923, de 1.500.000 armenios, muy anterior a la sanción de la Convención, fue ignorado por razones políticas durante muchísimos años por la Comunidad Internacional. Recién en el año 2001 el Parlamento Francés reconoció la existencia del genocidio armenio, y en el año 2006, por ley 26.199, fue reconocido por Argentina.

El exterminio masivo de personas, encuadre o no en la no muy precisa figura de la Convención, existe desde tiempos remotos en la humanidad y sigue existiendo en la actualidad. Su reconocimiento y juzgamiento por la Comunidad Internacional depende de diversos factores, entre los que se confunden el político, los sistemas de alianzas, el rango que ocupa en el concierto internacional la nación acusada de cometerlo, entre otros.

Han existido avances importantes en el juzgamiento internacional de tales aberrantes actos, pero en modo alguno son suficientes. Es impensable en el mundo actual el juzgamiento de autoridades de una gran potencia por estos delitos. Los mismos aberrantes actos tendrán una percepción distinta en la Comunidad Internacional según sea el poderío del país en cuyo territorio se cometan.

El juicio en la Alemania de 1921 del estudiante armenio Soghomón Tehlirian por haber dado muerte al ex Gran Visir turco Taleat Pashá, uno de los responsables del genocidio armenio, nunca debió haber ocurrido. Tampoco debió haber ocurrido el hecho que lo motivó. La comunidad internacional debió haber reconocido el genocidio armenio oportunamente, y juzgado a los responsables de ese delito de lesa humanidad antes del accionar de Soghomón Tehlirian.

Soy pesimista en suponer que la transmisión de la experiencia, el ejercicio permanente de la memoria de esos actos, pueda detener o evitar un genocidio. El exterminio de comunidades enteras en Ruanda, Guatemala, los Balcanes, Sudan o Camboya no fue impedido por la memoria del genocidio armenio o judío. No estoy afirmando que haya que someter al olvido tales aberrantes hechos. Por el contrario hay que recordarlos en forma permanente, pero el ejercicio de la memoria colectiva no es suficiente. Además este drama de la humanidad requiere para evitarlo medidas concretas, una posición más activa de la Comunidad Internacional para impedir que ocurra un nuevo genocidio, y no sólo recordarlo después de los hechos y juzgar a sus responsables. La matanza y exterminio de personas es un acto de hombres que conviven a diario con nosotros, con creencias religiosas, familia y actividades en el marco social. En determinadas circunstancias sociales, en los ámbitos del poder se generan grupos de personas que planifican meticulosamente su accionar en pos de exterminar al “otro”. No son actos motivados por un inconsciente colectivo, sino concientes, deliberados en aras de presuntos ideales de beneficio social. Imaginar siquiera que no ocurrirá un nuevo genocidio es sólo una fantasía de nuestra imaginación. Es mas, les quiero advertir que en algún lugar del mundo está ocurriendo.

Arnaldo H. Corazza
Juez Federal

Epílogo y homenaje

"Tehlirian empuña la pistola para encarar el espíritu de la Justicia frente a la fuerza bruta. Baja a la calle como el representante del Humanismo contra el salvajismo, del Derecho contra la injusticia, de los oprimidos contra el representante cabal de la opresión. Y enfrenta, en nombre de un millón y medio de asesinados, al que con sus camaradas […] tiene la culpa de esos crímenes." Del alegato del Defensor Johannes Wertauer.

Tres jueces han querido decir sus pensamientos alrededor de este proceso, uno en el prólogo para esta edición, otro en el prólogo de la primera (Buenos Aires 1973) y el restante a manera de reflexión final. Tres juristas calificados que miraron las contingencias del juicio como acostumbran hacerlo, contrastando los hechos con el Derecho y discerniendo responsabilidades para decir, finalmente, si el acusado es culpable del hecho que se le atribuye. Valiosas contribuciones para comprender cabalmente lo que ocurría en aquel tribunal alemán el 2 y 3 de junio de 1921. Y también para comprender que el Derecho no es una mera normativa que acomoda mecánicamente las conductas en la cuadrícula de los tipos penales, sino también una creación humana que quiere ordenar el comportamiento social hasta donde le es posible, sólo hasta donde le es posible.

Estas anotaciones tienen el propósito de explicar esa limitación.

Dije alguna vez que el Derecho Civil es la reacción temprana del Estado para ordenar el comportamiento social, y el Derecho Penal es su reacción tardía frente a hechos que lo conmueven. Por eso el Derecho Penal llega después que la conducta dañosa y la sanción sigue al delito. El Derecho Penal puesto ahí, en la norma, es disuasivo, te dice que si matas serás echado a la cárcel; pero si ya has matado ese Derecho entra en acción, es retributivo, te persigue hasta que des con tu osamenta entre las rejas.

Es así cuando la sociedad ha establecido un castigo para el que comete un hecho disvalioso, cuando una norma legal ordena castigar el delito. Pero cuando esa norma no ha sido sancionada todavía, o cuando, como bien lo señala Arnaldo Corazza, la aplicación de la sanción depende de la potencia económica o militar del Estado en cuyo territorio han ocurrido los hechos, entonces el ofendido echa mano al recurso primigenio de la venganza para castigar al culpable.

He aquí el límite del Derecho, entendiendo por límite la línea a partir de la cual la norma jurídica carece de eficacia. He aquí la justificación honda de la venganza como recurso retributivo y también disuasivo.

Las palabras que encabezan estas anotaciones, dichas por uno de los defensores de Soghomón Tehlirian en la segunda jornada del proceso, en cuanto identifican el sentido más hondo de Justicia con la noción originaria del Derecho, resumen todo el debate. Y explican, sin decirlo, por qué los griegos de la antigüedad encarnaron en una misma deidad a la Justicia y la Venganza: Némesis. Es que la mitología –la de los griegos y las otras también- expresa el sentir de los hombres, sus anhelos, sus frustraciones. La mitología es el crisol donde la cultura marida con la esperanza, es la protohistoria escrita con símbolos y con fantasmagorías. Ahí donde la cultura todavía no ha proveído los instrumentos que hacen deseable la vida social, ahí vienen los mitos a colmar la ausencia. Porque los hombres (he aquí un signo de su racionalidad) no toleran el vacío.

En aquellos días de 1921, en las vecindades de Charlotenburgo, Soghomón Tehlirian vino a ocupar el lugar que había dejado vacante el Derecho Internacional y que las potencias vencedoras de la Primera Guerra no habían querido ocupar. Cuando en la primera jornada del proceso el presidente del tribunal le preguntó “por qué tiene la conciencia tranquila”, Tehlirian respondió: “he matado a un hombre pero no soy un asesino”. Él había colmado un vacío.

A propósito de esta edición de la versión taquigráfica del juicio que se siguió contra Tehlirian, quiero reiterar una idea que si bien ha tenido alguna difusión, se ha aplicado en otros ámbitos menos estrictos que el del Derecho Penal, en la política por ejemplo.

Los hombres, cuando se organizan en sociedades más o menos complejas, delegan el ejercicio de algunos de sus derechos en el Estado. El cuidado de la salud pública, la escolarización básica, la seguridad son confiados al Estado, como así también la administración y dispensación de la Justicia. Y en cuanto el Estado asume esa función, el individuo está privado de hacerlo. Los distintos sistemas políticos privilegian unos derechos sobre otros, unos sectores sociales sobre otros, pero nunca pueden incumplir esa tarea, no pueden desertar de su deber porque si lo hacen los individuos recuperarán sus atributos originales para ejercerlos por sí mismos. Incluso el de administrar y dispensar Justicia. En el prólogo de la presente edición, Leopoldo Schiffrin dice que “el padre del moderno Derecho de Gentes, Hugo Grocio, en su teoría penal, pone como sujeto activo originario de la punición a la víctima, cuya potestad punitiva ejerce el Estado sólo por una suerte de delegación”. De ahí la legitimación de Tehlirian para obrar como lo hizo ese 15 de marzo, porque de otro modo habría quedado huérfano de toda vindicta ese hombre ofendido.

Sé que una interpretación ligera de esta doctrina y un uso pródigo de este derecho originario pueden llevar al desbarajuste social y al caos, pueden atentar contra la paz social, bien que debe ser custodiado con celo. Pero ello no autoriza a exigirle al hombre, como miembro de la sociedad, que resigne sus derechos. No. Antes bien, significa que el Estado (y en los tiempos modernos también la Comunidad Internacional) debe cumplir las funciones que validan su existencia para conjurar el riesgo de la disolución social.

En este sentido, Tehlirian fue el tábano que mordió la conciencia social, el amonestador del Derecho Internacional, el hombre que abatió al genocida que había ordenado la deportación, el saqueo, el tormento y la muerte de un millón y medio de armenios.

Por eso estas palabras no quieren ser sólo el epílogo de la versión taquigráfica del proceso. También quieren ser un homenaje al hombre que, como otros en su tiempo, si bien no pudo sanar las heridas de su corazón, le devolvió a su pueblo mártir esa porción de dignidad que se extravía cuando la Justicia se ausenta. Tehlirian obró consciente de la legitimidad de su acción. Su defensor Von Niemeyer dijo: “estoy completamente convencido, y creo que todos ustedes también lo están, que aún aceptando el hecho consumado que pesa sobre él, el acusado mantiene desde el primer momento y en toda circunstancia, firme como una roca, la convicción de la conciencia tranquila. Tehlirian está convencido de haber actuado conforme al Derecho, el verdadero, auténtico Derecho que es lo único valedero para él”.

Este y otros hechos que se perpetraron en el marco de la Operación Némesis y que conmovieron al mundo, en la segunda posguerra alentaron la creación del Tribunal de Nürenberg para juzgar a los criminales de guerra nazis. Este hecho fue un temprano preanuncio de la jurisdicción internacional para el juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad y para la aplicación de la pena que los sanciona. De modo que el brazo justiciero de este hombre merece alabanza no sólo por haberle devuelto la dignidad a su pueblo; también porque apresuró la sanción de una legislación penal internacional que, si bien es todavía insuficiente, señala el rumbo de su futura evolución.

Eduardo Dermardirossian

Composición del Tribunal y Fiscal

Presidente
DR. LEMBERG

Jueces
DR. PATHE
DR. LAKS

Secretario
DR. WARMBURG

Fiscal
DR. KOLNIK

Jurados

WILHELM GRAU
Albañil, Nauen


RUDOLF GROSSER
Comerciante, Bernau

KURT BARTEL
Óptico, Berlín

ADOLF KUHNE
Rentista, Berlín

OTTO EWALD
Propietario, Charlotenburgo

OTTO WAGNER
Tapicero, Charlotenburgo

OTTO BINDE
Herrero, Schönerlite

OTTO REINEKE
Ejecutivo, Dekel

EUGEN DE BRIES
Pintor, Wilmerstorf

ALBERT BELLING
Farmacéutico, Charlotenburgo

HERMAN KOLKE
Herrero, Charlotenburgo

ROBERT HEISE
Industrial Charlotenburgo



Suplentes

JULIUS FURH
Propietario, Charlotenburgo

AUGUST BLISENER
Carnicero, Dekel

Defensores

DR. ADOLF VON GORDON
Berlín

DR. JOHANNES WERTAUER
Berlín

DR. NIEMEYER
Profesor de la Universidad de Kiel

Peritos


DR. THIELE
Médico, ayudante regional, Berlín, Friedenau

DR. SCHMULINSKI
Médico, consejero de sanidad, Charlotenburgo

DR. SCHLOSS
Médico de turno

DR. ROBERT STÔRMER
Médico forense, Berlín

DR. HUGO LIPMANN,
Profesor honorario de la Universidad de Berlín,
psicólogo, consultor médico, Berlín

DR. RICHARD KASSIRER
Médico especialista en enfermedades nerviosas,
Profesor de la Universidad de Berlín

DR. EDMUND VORSTER
Médico de la clínica universitaria de enfermedades nerviosas del
Hospital de la Piedad, docente, psicólogo

DR. BRUNO HAAGE
Médico psicólogo, Berlín

ING. BARELLA
Perito en armas y balística del Arsenal Real de Berlín

DR. PIL P. PFEPFER
Traductor de francés, Berlín, Friedenau

Cuestiones preliminares

A las nueve y media de la mañana el Presidente del Tribunal, Dr. Lemberg, declaró abierta la audiencia. Luego de comprobarse la presencia del acusado y de sus Defensores, prestaron juramento de ley los traductores Vahan Zakarian y Kevork Kalusdian. A continuación se integró el Jurado por sorteo. Cada uno de los elegidos juró emitir su voto de acuerdo con su conciencia. Luego se comprobó la presencia de los testigos y peritos.

PRESIDENTE – (Dirigiéndose a los testigos y peritos) En el presente proceso ustedes serán oídos en calidad de testigos y peritos. La causa tramitada ya les es conocida. Sólo quiero llamarles la atención sobre la importancia y solemnidad de vuestro juramento. Tengan presente que la ley establece severas penas para quienes, a pesar de su juramento, intencionalmente o por descuido dan falso testimonio. Todas las informaciones en cuanto a las relaciones entre el acusado y ustedes deben ser fiel expresión de la verdad.

A los testigos les ruego abandonar el recinto y esperar a ser llamados. Probablemente decidamos que hoy una parte de ellos puede ausentarse del Tribunal, por eso les ruego permanecer cerca de la salida (Se retiran los testigos y los peritos permanecen en la sala de audiencia. El Presidente se dirige a los miembros del Tribunal y a los Defensores) Luego de declarar abierta la audiencia interrogaré al acusado lo más detalladamente posible. Tomaré declaración a la Señora de Taleat, al comisario Scholtz, al asesor jurídico Schulzen, al médico Dr. Schloss, a Barella y a todos los testigos que tengan relación con la causa, e interrogaré en segundo término a todas las personas que han entablado relación con el acusado durante su permanencia en Constantinopla o París, entre otras, las Señoras Stilbaum y Tiedman, la Señorita Lola Beilnsohn, los Señores Apelian y Eftian, la Señora Terzibashian y el testigo últimamente citado por el tribunal, Señor Samuel Vosganian.

DEFENSOR VON GORDON – Estamos de acuerdo.

PRESIDENTE – Sugiero a los Defensores abstenerse eventualmente de presentar pruebas que comprometan al Estado.

DEFENSOR VON GORDON – Evidentemente, sólo más adelante podremos decidir al respecto. La causa gira alrededor de un problema difícil, porque si bien tenemos la obligación de defender los intereses del acusado, no por ello dejaremos de defender los intereses del Estado alemán.

PRESIDENTE – Hoy me conformo con los testigos del primero y segundo grupo. A los citados el 30 de mayo y con posterioridad los dejo para mañana. Pero como hoy tendremos diecinueve testigos, creo conveniente establecer un corto receso para el mediodía. ¿Cuál es al respecto la opinión de los Señores Jurados? (Signos de aprobación del estrado de los Jurados). Alrededor de la una y media tendremos un breve receso y mañana por la mañana interrogaremos a los testigos restantes. Simultáneamente veremos hasta qué punto debe accederse a la presentación de pruebas, para tomar seguidamente declaración a los peritos Prof. Vorster, Dr. Schteormer, al Asesor Lipmann y al Prof. Dr. Kassirer.

DEFENSOR VON GORDON – Rogamos se incluya en la lista de los peritos al Dr. Lepsius y al Excelentísimo Señor Liman Von Sanders. Queremos que se escuche a estos dos peritos sobre la realidad armenia porque serán debatidas cosas tales que parecerán inverosímiles tanto a nosotros como a los Señores Jurados, de modo que precisamos una clave para interpretar el carácter de ese pueblo. El más indicado es el Prof. Dr. Lepsius que ha vivido allí, en el Oriente, y conoce el medio por propia experiencia. Como asimismo el excelentísimo Sr. Liman Von Sanders quien, según tenemos entendido, vivió largos años en Turquía, no sólo durante la guerra sino también antes de ella. También hemos tenido en cuenta al ex cónsul alemán en Alepo, Señor Rossler, quien actualmente se encuentra en Eger, desde donde me ha telegrafiado comunicándome que sólo puede venir con la autorización del Ministerio de Relaciones Exteriores. La Cancillería, que en un principio lo autorizó telegráficamente a hacerse presente aquí, ayer por la tarde nos notificó por escrito que no puede autorizar al cónsul Señor Rossler a declarar en calidad de perito. Con referencia a los problemas periciales que le serían planteados aquí, todavía estamos en negociaciones escritas y esperamos que se solucionen en el día de la fecha. Este es el motivo por el cual le solicitábamos que en su reemplazo fueran escuchados el Dr. Lepsius y el Excelentísimo Señor Liman Von Sanders en calidad de peritos conocedores de la realidad armenia.

FISCAL KOLNIK – Quiero señalar aquí que el hecho no se ha producido en Armenia sino en Berlín. Opino que es innecesario el testimonio de tales peritos, pero ya que los Defensores los han citado, deben ser oídos conforme a los procedimientos penales. Nada se puede objetar en su contra. Sólo ruego no dilatar demasiado las pruebas, pues las considero ajenas a esta causa.

DEFENSOR VON GORDON – Limitaremos las pruebas todo lo posible, pero rogamos no dejar sin tratar ninguna de ellas, pues créanme, caballeros, eso conviene también a los intereses del Estado alemán.

PRESIDENTE – El Tribunal ha decidido tomar declaración al Profesor Dr. Lepsius y al Excelentísimo General Liman Von Sanders en calidad de peritos. Ambos tienen derecho a asistir al proceso (Los dos peritos ingresan a la sala). Llamo la atención de los dos señores que prestarán declaración en calidad de peritos a pedido de la defensa. Me permito señalar nuevamente que de los testigos citados hoy, pueden retirarse las hermanas Dora Von Wertel, Eva Elwers, Tietzum, la Señora Schbiger, el Periodista Aram Andonian, el Teniente Ernst Barakian, el Coronel Franz Karl Enderss y el Obispo Balakian, ya que todos ellos prestarán declaración mañana, debiendo estar presentes aquí, a las nueve horas. Los demás testigos deben permanecer en la sala. Ahora damos comienzo a la investigación, procediendo a interrogar al acusado, precisando sus datos personales.

Interrogatorio a Soghomón Tehlirian

Se lo acusa de haber dado muerte con premeditación y alevosía al ex Gran Visir turco Taleat Pashá, en Charlotenburgo, el 15 de marzo de 1921. Homicidio calificado conforme al artículo 211 del Código Penal Alemán.

PRESIDENTE – ¿Es cierto que ha nacido el 2 de abril de 1897 en Pakaridj?

ACUSADO – Sí.

RESIDENTE – ¿A que se dedicaban sus padres?

ACUSADO – Eran comerciantes.

PRESIDENTE – ¿Dónde residían?

ACUSADO – En Pakaridj.

PRESIDENTE – ¿Siempre?

ACUSADO – Yo tenía dos o tres años cuando se trasladaron a Yerzingá.

PRESIDENTE – ¿Cuántos hermanos eran?

ACUSADO – Dos varones y tres mujeres.

PRESIDENTE – ¿Hasta 1915 todos ellos vivían con sus padres?

ACUSADO – Todos, menos una hermana casada.

PRESIDENTE – ¿Dónde concurrió a la escuela?

ACUSADO – En Yerzingá.

PRESIDENTE – ¿Cuántos años?

ACUSADO – Ocho o nueve años.

PRESIDENTE – ¿Se graduó con notas brillantes?

ACUSADO – Sí, fui un alumno aventajado.

PRESIDENTE – ¿Gozaban sus padres de una buena posición económica?

ACUSADO - Sí, muy buena.

PRESIDENTE - ¿Se perjudicaron como consecuencia de la guerra mundial?

ACUSADO – Mi familia, hasta las matanzas, no se perjudicó en absoluto, sólo los negocios estaban paralizados.

PRESIDENTE - ¿Alguno de sus hermanos estaba bajo bandera?

ACUSADO – Sí, mi segundo hermano estaba cumpliendo el servicio militar.

PRESIDENTE - ¿Dónde ha luchado? ¿En qué frente?

ACUSADO – No estaba en el frente sino en Jarpert, al sur de Yerzingá.

PRESIDENTE - ¿Jarpert está en Armenia?

ACUSADO – Sí, formando parte de la Turquía asiática.

PRESIDENTE - ¿Se encontraba su hermano en casa en 1915?

ACUSADO – Sí, en 1915, cuando comenzaron las matanzas, se encontraba en casa en uso de licencia.

PRESIDENTE - ¿Las matanzas de Yerzingá los tomaron de sorpresa o ya había indicios?

ACUSADO – Temíamos que ocurriesen matanzas, pues ya circulaban noticias sobre el asesinato de muchísima gente.

PRESIDENTE - ¿Qué pensaba con relación a las matanzas, qué se hablaba, cuál era su causa?

ACUSADO – Siempre hubo matanzas, tanto en la época de mi nacimiento como después, cuando mis padres se radicaron en Yerzingá. Ellos siempre me contaban de las matanzas ocurridas.

PRESIDENTE - ¿Cuándo ocurrieron las primeras matanzas?

ACUSADO – Las primeras matanzas tuvieron lugar en 1894.

PRESIDENTE - ¿Existían signos que hicieran prever las matanzas de 1915? ¿Se conocían los motivos de las matanzas?

ACUSADO – En aquel entonces yo todavía no había nacido.
PRESIDENTE - ¿Y en 1915?

ACUSADO – Permanentemente vivíamos bajo el terror de las matanzas, pero las causas eran desconocidas.

PRESIDENTE - ¿De modo que sufrían la perspectiva de una nueva masacre?

ACUSADO – Durante años enteros vivimos aterrorizados. Mucho antes que ocurriera se la temía y se esperaba.

PRESIDENTE - ¿Qué oía decir sobre las causas de las matanzas en las conversaciones particulares o entre los suyos?

ACUSADO – No entendí la pregunta.

PRESIDENTE - ¿Oyó algo referente a las matanzas durante las conversaciones familiares?

ACUSADO – Se decía que el nuevo gobierno turco tomaría medidas contra nosotros.

PRESIDENTE – Quizás el gobierno turco argumentaba en base a exigencias militares. En general, ¿qué se comentaba al respecto?

ACUSADO – Por aquel entonces yo todavía era muy joven.

PRESIDENTE – Sin embargo ya tenía dieciocho años.

ACUSADO – Por aquel entonces se me decía que existían causas religiosas y políticas.

PRESIDENTE – Sería aconsejable que los acontecimientos preliminares al hecho que se juzga sean estudiados junto con la investigación del legajo personal del acusado.

FISCAL KOLNIK - (Luego de consultar con el Tribunal) Deseamos que el acusado nos explique detalladamente la forma en que tuvieron lugar las matanzas y los padecimientos que ha sufrido su familia, que el acusado nos narre por partes y luego se traduzca su relato.

ACUSADO – Al empezar la guerra de 1914 los armenios fueron movilizados. En mayo de 1915 corrió la noticia de la clausura de las escuelas y de la deportación en grupos de los maestros y notables de la ciudad.

PRESIDENTE - ¿Los reunían en lugares fijos o en campos de concentración?

ACUSADO – No lo sé, los concentraban y los ponían en marcha. Yo tenía miedo y no quería salir de mi casa. Ya habían sido deportados varios contingentes, cuando llegó la noticia de su aniquilación. Luego nos enteramos por un telegrama que de esos deportados sólo uno había salvado su vida: Mardirossian. A principios de junio llegó la orden de que la población abandone la ciudad. Se dijo que el dinero y los objetos de valor podían ser entregados a las autoridades para su custodia. Tres días después, por la mañana temprano, la población fue sacada de la ciudad.

PRESIDENTE - ¿En grandes grupos?

ACUSADO – Cuando llegó la orden de abandonar la ciudad, el pueblo fue inmediatamente concentrado y dividido en grupos en las afueras; luego, en caravanas, se los puso en marcha.

PRESIDENTE - ¿Había permiso para llevarse las pertenencias personales?

ACUSADO – Era imposible llevarse todo, por falta de caballos, etcétera; sólo se podía llevar cargas personalmente.

PRESIDENTE - ¿Tenían ustedes carro para llevar sus cosas?

ACUSADO – Antes teníamos un caballo, pero al comienzo de la guerra fue requisado. Luego compramos un burro.

PRESIDENTE - ¿Y ese burro transportaría todas sus pertenencias? ¿No tenían ningún carro?

ACUSADO – Teníamos un carro tirado por bueyes.

PRESIDENTE - ¿Cuántos días caminaron?

ACUSADO – No sé; mis padres fueron asesinados el mismo día que abandonamos la ciudad.

PRESIDENTE - ¿Adónde los llevaban?

ACUSADO – Hacia el sur.

PRESIDENTE - ¿Quién custodiaba la caravana?

ACUSADO – Gendarmes, jinetes y soldados.

PRESIDENTE - ¿En gran número?

ACUSADO – Por ambos lados, a lo largo del camino.

PRESIDENTE - ¿Por delante y por detrás?

ACUSADO – Por ambos lados.

PRESIDENTE - ¿Vigilando para que nadie se separe?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Cómo tuvo lugar la muerte de sus padres y hermanos?

ACUSADO – Cuando el grupo se alejó un poco de la ciudad, nos hicieron detener y los gendarmes empezaron a saquear para apropiarse del dinero y de los objetos de valor.

PRESIDENTE - ¿Así que los propios soldados se dedicaban al pillaje de los deportados?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Y qué argumento se esgrimía para justificar semejante proceder?

ACUSADO – Respondían en tono irónico. Nadie decía nada, pero todo el mundo sabía que lo inexplicable era posible en las entrañas de Asia.

PRESIDENTE - ¿De modo que tuvieron lugar sucesos semejantes sin que se explicaran sus causas?

ACUSADO – Así es.

PRESIDENTE - ¿Con otras poblaciones también?

ACUSADO – Los turcos actuaron así con todos, pero especialmente con los armenios.

PRESIDENTE - ¿Cómo fueron asesinados sus padres?

ACUSADO – Durante el saqueo, desde el frente de la caravana se abrió fuego sobre nosotros. En ese instante uno de los gendarmes llevó a mi hermana arrastrándola. Mi madre comenzó a gritar: “¡Qué me quede ciega…!” Yo no quiero recordar aquel día, no quiero que me hagan recordar… prefiero morir antes que describir aquel día nefasto...

PRESIDENTE – Pero deseo llamarle la atención de que para el Tribunal es muy importante oír por su boca la narración de estos hechos, pues usted es el único que puede informar al respecto. Trate de dominarse y concentrarse.

ACUSADO – Yo no puedo narrar todo eso porque lo revivo cada vez. Me golpearon. Se llevaron a todos arrastrándolos. Luego vi cómo le partieron de un hachazo la cabeza a mi hermano…

PRESIDENTE - ¿Su hermana pudo volver?

ACUSADO – Mi hermana fue arrastrada y violada…

PRESIDENTE - ¿Volvió?

ACUSADO – No.

PRESIDENTE - ¿Quién le partió de un hachazo la cabeza a su hermano?

ACUSADO – Apenas los gendarmes habían empezado la masacre, se les unió la turba; en ese instante mataron a mi hermano… mientras caía mi madre…

PRESIDENTE - ¿Cuál fue la causa de su caída?

ACUSADO: No sé, un balazo o alguna otra cosa.

PRESIDENTE - ¿Dónde estaba su padre?

ACUSADO – No vi a mi padre, él estaba más adelante, pero allí también se mataba…

PRESIDENTE - ¿Qué hizo usted?

ACUSADO – Fue entonces cuando recibí un golpe en la cabeza y caí; después… ya no recuerdo nada más.

PRESIDENTE - ¿Quedó en el lugar mismo de la masacre?

ACUSADO – No sé cuánto tiempo quedé allí, quizás dos días. Al abrir los ojos estaba rodeado de cadáveres, habían asesinado a toda la caravana… Debido a la oscuridad, no podía distinguir todo… al principio no sabía ubicarme pero luego comprendí la realidad, sólo me rodeaban cadáveres…

PRESIDENTE - ¿Encontró entre los muertos los cadáveres de sus padres y hermanos?

ACUSADO – Vi el cadáver de mi madre, boca abajo, mientras el cuerpo de mi hermano yacía sobre mí. No pude ver nada más…

PRESIDENTE - ¿Qué hizo cuando abrió los ojos y se levantó?

ACUSADO – Cuando me levanté vi que estaba herido en el pie y sangraba del brazo.

PRESIDENTE - ¿Tenía alguna herida en la cabeza?

ACUSADO – Sí, el primer golpe fue en la cabeza.

PRESIDENTE - ¿Sabe con qué fue herido?

ACUSADO – Cuando empezaron la matanza me tomé la cabeza entre las manos, no podía saberlo, sólo oía gritos…

PRESIDENTE – Dijo usted que al principio los asesinos fueron gendarmes, guardianes montados y soldados, pero luego agregó que llegó la turba. ¿A quién se refirió con esto?

ACUSADO – A la población civil turca de Yerzingá.

PRESIDENTE - ¿De modo que esa población civil turca había llegado allí y participó en la matanza y saqueó…?

ACUSADO – Sólo sé que cuando los gendarmes comenzaron la matanza llegó la canalla turca…

PRESIDENTE – Así que cuando usted se recuperó, luego de uno o dos días, vio que estaba debajo del cuerpo de su hermano. ¿No pudo averiguar si los cadáveres de sus padres estaban también allí?

ACUSADO – Vi el cadáver de mi hermano mayor yaciendo sobre mí.

FISCAL – Creo que era el de su hermano menor con la cabeza partida por el hachazo.

PRESIDENTE - ¿Era el cadáver de su hermano menor?

ACUSADO – No, de mi hermano mayor…

PRESIDENTE – Pero usted ha visto a su hermano menor recibir el hachazo…

ACUSADO – Sí…

PRESIDENTE - ¿Desde aquel día no ha vuelto a ver a sus padres?

ACUSADO – No.

PRESIDENTE - ¿Tampoco a sus hermanos?

ACUSADO – No, tampoco a ellos…

PRESIDENTE - ¿De modo que han desaparecido, se han hecho invisibles?

ACUSADO – Hasta la fecha no hallé rastro alguno.

PRESIDENTE - ¿Pero qué hizo usted así, desamparado y sin medios?

ACUSADO – Fui a una aldea montañosa. Allí me albergó una anciana, pero cuando se me curaron las heridas me dijeron que ya no podían alojarme por expresa prohibición del gobierno, pues se hacían pasibles de la pena de muerte quienes protegían a los armenios.

PRESIDENTE - ¿Eran armenios quienes lo albergaron en su casa?

ACUSADO – No, eran kurdos.

PRESIDENTE - ¿A dónde se fue de allí?

ACUSADO – Aquellos kurdos eran muy buena gente. Me aconsejaron dirigirme a Persia. Me dieron ropa usada kurda. Las mías estaban ensangrentadas.

PRESIDENTE – Usted carecía de todo medio. ¿Cómo vivía?

ACUSADO – Con cebada…

PRESIDENTE - ¿Cuánto duró la curación de sus heridas?

ACUSADO – Veinte días o un mes.

PRESIDENTE – Después de allí, ¿dónde permaneció por más tiempo?

ACUSADO – Primero con los kurdos.

PRESIDENTE – ¿Cuánto tiempo? La matanza tuvo lugar en junio de 1915.

ACUSADO – Casi dos meses me quedé entre los kurdos de Dersim. Allí se me unieron otros dos escapados de la muerte, de quienes supe que también la población de Jarpert había sido masacrada. Los tres juntos escapamos a través de aldeas y montañas. Hubo días en que nos alimentamos únicamente con hierbas. Uno de mis compañeros, seguramente por comer alguna hierba venenosa, falleció en el camino. El otro, un hombre bastante culto, decía: “Si avanzamos siempre en esta dirección seguramente llegaremos a Persia, y de allí pasaremos al Cáucaso...” Resolvimos llegar a Persia caminando por valles y montañas. Dormíamos de día y avanzábamos de noche. Así marchamos casi dos meses hasta llegar a un lugar donde encontramos soldados rusos. Levábamos ropas kurdas pero no teníamos zapatos ni sombrero. Nos detuvieron e interrogaron. Mi compañero dominaba el francés y el inglés, narró las matanzas y explicó que me había salvado de la muerte. Nos dejaron en libertad. Yo quería pasar al Cáucaso pero no lo permitieron. Entonces me fui a Persia. Allí no había guerra. En Persia caí enfermo y me quede en Salmasd, mientras que mi compañero pasó a Tiflis. Después yo también fui allí, quedándome casi un año.

PRESIDENTE - ¿Qué hacía?

ACUSADO – Al llegar fui a la iglesia armenia. Me dieron ropa, comida y dinero. Allí me separé de mi compañero, quien previamente me presentó a un comerciante que me empleó en su negocio.

PRESIDENTE - ¿Cuánto tiempo se quedó allí?

ACUSADO – Un año o un poco más.

PRESIDENTE - ¿A dónde se dirigió después?

ACUSADO – Entonces circuló la noticia de que los rusos habían ocupado Yerzingá. Quería ir allí para buscar a mis parientes. Sabía dónde estaba escondido el dinero en mi casa y quería rescatarlo. Pero mi patrón trataba de retenerme.

PRESIDENTE - ¿Cuándo llegó a Yerzingá?

ACUSADO – A fines de 1916.

PRESIDENTE - ¿Qué encontró allí?

ACUSADO – Encontré todas las puertas destrozadas. Una parte de la casa destruida. Cuando entré en nuestra casa, me desplomé.

PRESIDENTE - ¿Perdió el conocimiento?

ACUSADO – Sí, me desmayé.

PRESIDENTE - ¿Cuánto duró la inconciencia?

ACUSADO – No lo puedo precisar.

PRESIDENTE - ¿Qué hizo al reaccionar?

ACUSADO – Fui a ver a dos familias armenias que habían abrazado el islamismo. Eran las únicas salvadas de toda la ciudad...

PRESIDENTE – De modo que usted halló únicamente dos familias islamizadas de toda la población armenia. ¿Y cuando los rusos ocuparon Yerzingá, estas familias nuevamente volvieron al cristianismo, se sentían cristianas? ¿De modo que de la población armenia de Yerzingá quedaba sólo eso?

ACUSADO – Sí, estas dos familias y algunos solitarios dispersos, veinte personas en total, pero sólo dos familias...

PRESIDENTE - ¿Encontró alguna otra cosa en su casa paterna?

ACUSADO – Encontré algunos objetos. El resto había sido saqueado e incendiado. Encontré también el dinero escondido.

PRESIDENTE - ¿Lo sabía de sus padres?

ACUSADO – Mis dos hermanos, mi padre, mi madre y yo conocíamos el escondite del dinero. Mis hermanas lo ignoraban.

PRESIDENTE - ¿A cuánto ascendía la suma encontrada?

ACUSADO – Cuatro mil ochocientas libras turcas.

PRESIDENTE - ¿Tomó ese dinero?

ACUSADO - Claro.

PRESIDENTE - ¿A dónde se dirigió después?

ACUSADO – Me quedé algún tiempo más, pues abrigaba la esperanza de que hubieran podido salvarse mayor número de deportados y consideraba posible encontrar entre ellos a alguno de mis parientes.

PRESIDENTE - ¿Cuánto tiempo se quedó en Yerzingá?

ACUSADO – Casi un mes y medio.

PRESIDENTE - ¿A dónde se fue desde allí?

ACUSADO – A Tiflis.

PRESIDENTE - ¿Qué hizo en Tiflis?

ACUSADO – Fui a la escuela para aprender ruso.

PRESIDENTE - ¿Qué escuela?

ACUSADO – Una escuela armenia llamada Nersesian. Allí se podía estudiar en los cursos especiales que se habían abierto para emigrados y sobrevivientes de la masacre.

PRESIDENTE - ¿Allí aprendió ruso?

ACUSADO – Sólo lo que podía aprender en cinco meses. No pude aprender gran cosa porque no me encontraba bien. Siempre estaba distraído.

PRESIDENTE - ¿Aprendió luego francés?

ACUSADO – Lo aprendí, pero no en la medida que esperaba.

PRESIDENTE - ¿Cuánto tiempo se quedó en Tiflis?

ACUSADO – Cerca de dos años.

PRESIDENTE - ¿Cuándo dejó Tiflis?

ACUSADO – A principios de 1919, quizás en febrero.

PRESIDENTE - ¿A dónde se fue?

ACUSADO – A Constantinopla

PRESIDENTE - ¿Qué hizo allí?

ACUSADO – Puse varios avisos en los diarios para encontrar parientes míos que quizás se hubieran salvado, escapándose de la Mesopotamia.

PRESIDENTE – En ese entonces ya había cambios en Constantinopla. ¿Cuánto tiempo se quedó en Constantinopla?

ACUSADO – Cerca de dos meses.

PRESIDENTE - ¿A dónde se dirigió desde allí?

ACUSADO – A Salónica.

PRESIDENTE - ¿Y desde allí?

ACUSADO – A Serbia.

PRESIDENTE - ¿Y desde allí?

ACUSADO – Nuevamente a Salónica.

PRESIDENTE - ¿Y desde allí?

ACUSADO – Desde allí, a París.

PRESIDENTE - ¿No tenía algún plan fijo? ¿Por qué esa vida nómade?

ACUSADO – Yo quería estudiar pero siempre estaba desubicado. Además no quería radicarme en un lugar determinado, y por otra parte no tenía vocación para nada en particular.

PRESIDENTE - ¿Concurrió a la escuela en Serbia y Salónica? ¿Estudiaba?

ACUSADO – No. En Salónica estuve con parientes para curarme.

PRESIDENTE - ¿Qué padecía?

ACUSADO – Ataques nerviosos.

PRESIDENTE - ¿Cuántas veces se repitieron estos ataques a partir del primero cuando vio nuevamente su casa paterna?

ACUSADO – Sufrí dos veces ese ataque mientras me encontraba en Yerzingá, pero no puedo asegurarlo. Cada vez que se me presentaban las imágenes de las masacres, padecía esos ataques.

PRESIDENTE - ¿Tuvo ataques parecidos durante su estadía en Serbia, Constantinopla y Salónica?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Cuándo se trasladó a París?

ACUSADO – En 1920.

PRESIDENTE - ¿A principios de 1920?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Tenía muchas relaciones en Constantinopla, Salónica y Serbia?

ACUSADO - Sí, con parientes.

PRESIDENTE - ¿En oportunidades, ha rememorado esos acontecimientos con sus parientes y otros deportados?

ACUSADO – Sí, los mencionaba frecuentemente.

PRESIDENTE - ¿A quién se consideraba responsable de estas atrocidades?

ACUSADO – Durante mi estadía en Constantinopla me enteré por los diarios de la identidad de los responsables de estas atrocidades.

PRESIDENTE - ¿Sabía usted quién era responsable de estas matanzas, o a quién se atribuía su responsabilidad en su casa paterna?

ACUSADO – No sabía nada al respecto.

PRESIDENTE - ¿Cuándo llegó a la conclusión de que era Taleat Pashá?

ACUSADO – Durante mi permanencia en Constantinopla, leyendo los diarios llegué a esa conclusión.

PRESIDENTE - ¿Tuvo alguna información en cuanto al paradero de Taleat Pashá?

ACUSADO – En Constantinopla, no. Creía que estaba ahí mismo escondido en alguna parte.

PRESIDENTE - ¿Decidió usted en aquel entonces vengarse del hombre responsable de la triste suerte de su familia?

ACUSADO – No.

PRESIDENTE – Está bien; ahora procederé a dar lectura a la acusación.

DEFENSOR VON GORDON – Quisiera preguntar al acusado si leyó en los periódicos que Taleat Pashá había sido condenado a muerte por el Tribunal militar de Constantinopla por las atrocidades cometidas.

ACUSADO – Lo había leído y me encontraba en Constantinopla cuando uno de los autores de las matanzas, Kemal, fue ahorcado. Informaron los diarios por aquel entonces que los Pashás Taleat y Enver también habían sido condenados a muerte.

DEFENSOR VON GORDON - ¿A cuánto ascendía la población armenia de Yerzingá?

ACUSADO – A casi veinte mil habitantes.

DEFENSOR VON GORDON – Se decretó a principios de junio, ¿no es cierto? ¿Se dispuso que todos los armenios fueran deportados en grupos y en filas de cinco o seis en fondo?

ACUSADO – Sí, se dio una orden en ese sentido.

FISCAL KOLNIK - ¿Sabe usted de quién emanó esa orden? ¿Del Gobernador o de la Administración Militar?

DEFENSOR VON GORDON – En ese entonces ya se había declarado el estado de sitio.
ACUSADO – Se decía que la orden provenía de Constantinopla.

DEFENSOR VON GORDON - ¿Qué largo tenía la caravana? ¿De una hora?

ACUSADO – No lo sé, quizás de cinco horas a pie.

PRESIDENTE – ¿Toda la población fue deportada y barrida? ¿A su regreso a Yerzingá encontró usted sólo dos familias y algunas personas dispersas?

ACUSADO – Sí.

DEFENSOR NIEMEYER – Ruego se le pregunte al acusado si sabe que en 1908 los armenios, unidos a los “Jóvenes Turcos” y especialmente con Taleat y Enver Pashá, llevaron adelante la revolución depositando su esperanza nacional en ellos, pero luego fueron defraudados al constatar que los “Jóvenes Turcos” se portaban peor que el sultán Abdul Hamid.

ACUSADO – En 1908 yo era todavía muy joven, pero cuando crecí un poco y tuve conciencia de la situación, me contaron que los armenios habían colaborado con los “Jóvenes Turcos” y que después habían sido totalmente defraudados cuando en 1909 tuvo lugar la masacre de Adana, que arrojó cuarenta mil víctimas.

PRESIDENTE – Deseo que primero se dé lectura a la acusación.

SECRETARIO – (Lee la acusación). Soghomón Tehlirian, estudiante, nacido el 2 de abril de 1897, en Pakaridj, ciudadano turco, de nacionalidad armenia, protestante, que vivía en Charlotenburgo, Harttenberg N° 37, en casa de Tiedmann, detenido desde el 16 de marzo de 1921, está acusado de haber dado muerte con premeditación y alevosía al ex Gran Visir turco Taleat Pashá, en Charlotenburgo, el 15 de marzo de 1921. Homicidio calificado conforme al artículo 211 del Código Penal. Sobre la base de estos motivos prosigue la detención. Berlín, 16 de marzo de 1921. Sala Sexta, Tercer Tribunal.

PRESIDENTE – (Al traductor) Comunique al acusado que se le acusa de haber matado a Taleat Pashá con premeditación. (El acusado permanece en silencio)

PRESIDENTE – Si se viera obligado a contestar con un “Sí” o con un “No” a esta acusación, ¿Cuál sería su respuesta?

ACUSADO – No.

PRESIDENTE – Sin embargo, antes procedió de otra forma. Usted admitió haberlo hecho premeditadamente.

ACUSADO - ¿Cuándo dije tal cosa?

PRESIDENTE – De modo que hoy no acepta haberlo dicho. Pero sigamos los acontecimientos a partir de Paris. En varias oportunidades y distintas épocas usted ha manifestado su decisión de matar a Taleat Pashá.

DEFENSOR VON GORDON – Le ruego que pregunte al acusado por qué no se siente culpable. (El presidente formula la pregunta al acusado.)

ACUSADO - No me siento culpable porque tengo la conciencia tranquila.

PRESIDENTE – ¿Por qué tiene la conciencia tranquila?

ACUSADO – He matado a un hombre pero no soy un asesino.

PRESIDENTE – Usted dice no tener remordimientos. ¿Tiene la conciencia tranquila? ¿No se recrimina a sí mismo que, si bien no lo había premeditado, igualmente quería matar a Taleat?

ACUSADO – No entiendo su pregunta. Yo lo maté, pese a todo.

PRESIDENTE – Quiero decir si usted había planeado matarlo.

ACUSADO – Yo no tenía ningún plan.

PRESIDENTE - ¿Cuándo nació en usted esa idea?

ACUSADO – Casi dos semanas antes del hecho. Me sentía muy mal y nuevamente se me aparecían las visiones de las matanzas. Vi el cadáver de mi madre. Ese cadáver se levantó y se irguió frente a mí, diciéndome: “Tú viste que Taleat está aquí y permaneces indiferente, ¡tú ya no eres hijo mío…!”.

PRESIDENTE – (Repitiendo esas palabras a los jurados) ¿Y que hizo usted?

ACUSADO – Me desperté repentinamente y decidí matar a ese hombre.

PRESIDENTE – Mientras estaba en París y Ginebra, o bien cuando llegó a Berlín, ¿ya había tomado esa decisión?

ACUSADO – No había tomado ninguna decisión.

PRESIDENTE - ¿Sabía de todos modos que Taleat Pashá estaba en Berlín?

ACUSADO – No.

PRESIDENTE - ¿Vivió en París durante todo el año 1920?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Qué hacía allí? ¿Aprendió el idioma?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Nada más? ¿No seguía estudios artísticos?

ACUSADO – No, no tenía ninguna otra ocupación.

PRESIDENTE – ¿Pero usted no había planeado proseguir en Berlín esos estudios?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Aprovechó su paso por Ginebra para entrar a Berlín con mayor facilidad?
ACUSADO – También quería conocer Ginebra.

PRESIDENTE - ¿Estaba usted en París con un compatriota suyo? Cuéntenos cómo llegó a Ginebra y de allí a Berlín.

ACUSADO – Para ir a Ginebra era imprescindible la visa del consulado suizo. Allí conocí a un hombre de origen armenio y ciudadano suizo que tenía una casa en Ginebra. Le pregunté cómo podría obtener la visa. Me dijo que la mejor manera de obtenerla era comprar su casa de Ginebra ya que él quería irse a Armenia. Acepté. Me dio una recomendación dirigida a la dueña y la utilicé. El 21 de noviembre viajé de París a Ginebra. Permanecí poco tiempo en Ginebra. Vine a Berlín y aproximadamente a principios de diciembre ya estaba aquí.

PRESIDENTE - ¿Cuáles fueron sus pasos para venir aquí?

ACUSADO – Hice visar mi pasaporte.

PRESIDENTE – Usted en principio tenía derecho a una muy corta permanencia en Alemania.

ACUSADO – Sólo por ocho días.

PRESIDENTE – Luego de llegar, ¿a que barrio de Berlín se dirigió?

DEFENSOR NIEMEYER - ¿Se me permite formular al acusado una pregunta de índole personal? ¿Sabe cuál es su propia ciudadanía, principalmente el 15 de marzo de 1921, día de la muerte de Taleat? ¿Conoce la ciudadanía de Taleat Pashá? ¿Sabe que desde febrero de 1921 Turquía y la República de Armenia están en guerra y que esta contienda alcanzó su punto culminante entre el primero de marzo y el primero de abril de 1921, abarcando un frente de ciento veinte kilómetros?

ACUSADO – Sí, lo sé.

PRESIDENTE - ¿Cómo se enteró?

ACUSADO – Lo publicaron los diarios.

PRESIDENTE – El estado de guerra entre Turquía y Armenia comenzó a regir a partir del primero de marzo y el hecho que juzgamos acaeció el 15 de marzo. ¿Lo leyó en ese lapso?
ACUSADO – Sí, en los diarios.

PRESIDENTE – ¿Cuándo empezó la guerra?

ACUSADO – A fines de 1918 los turcos llegaron hasta Tiflis.

PRESIDENTE – Quiero señalar que ha existido una declaración oficial de guerra.

DEFENSOR NIEMEYER – Perfectamente.

PRESIDENTE - ¿Es verdad que a partir del primero de marzo los bolcheviques y los “Jóvenes Turcos” luchan hombro a hombro contra Armenia? ¿Sabía el acusado que ese avance turco contra Armenia había sido apoyado por Moscú y que Enver Pashá dirigía la guerra?

ACUSADO – Sí, eso también lo sabía.

PERITO LIPMANN – Ruego se le pregunte al acusado si se le ha aparecido su madre en sueños o en estado semidespierto.

PRESIDENTE – Lo haré más adelante. Al principio usted tenía autorización para ocho días de permanencia. ¿Obtuvo luego el permiso de residencia permanente?

ACUSADO – Sí, había presentado una solicitud.

PRESIDENTE - ¿Se trasladó a la calle Augsburger a principios de enero?

ACUSADO – No, en diciembre.

PRESIDENTE – Sin embargo lo comunicó usted a la policía en enero. ¿Vivía allí su compatriota Apelian?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Cambió nuevamente de domicilio?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Cuándo?

ACUSADO – Hace casi dos semanas.

PRESIDENTE - ¿Por qué motivo el 5 de marzo se instaló usted en casa de la Sra. Tiedmann?
ACUSADO – Cuando se me apareció mi madre, decidí matar a Taleat. Por ese motivo cambié de domicilio.

PRESIDENTE – Al expresarse así, ¿quiere usted decir que tenía premeditado matar a Taleat?

ACUSADO – Al segundo día, luego de la orden de mi madre, me dije a mí mismo que debía matarlo.

PRESIDENTE - ¿Desde ese mismo momento trató de cumplir esa decisión?

ACUSADO – Cuando me instalé en mi nuevo domicilio traté de olvidar la orden de mi madre.

PRESIDENTE - ¿Trató de olvidar? Sin embargo usted alquiló una nueva casa porque su madre lo había instigado, recriminándole su indiferencia.

ACUSADO – Desde ese momento me sumergí en meditaciones y me preguntaba a mí mismo: ¿Cómo puedes matar a un hombre…?

PRESIDENTE – Usted se preguntaba a sí mismo cómo hacer para matar a Taleat.

ACUSADO – No, me decía a mí mismo que no era capaz de matar a un hombre.

PRESIDENTE – Hace un rato declaró que aquel día decidió mudarse a la calle Harttenberg. ¿Sabía que Taleat Pashá vivía enfrente?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE – Entonces, ¿pensaba usted vivir cerca de él?

ACUSADO – Luego de oír esas palabras de mi madre.

PRESIDENTE – Entonces usted tomó la decisión. ¿Cuál era esa decisión?
ACUSADO – Quería matarlo.

PRESIDENTE – Por favor, ¿es cierto que con anterioridad había averiguado que Taleat Pashá vivía en Berlín?

ACUSADO – Sí, lo había visto aproximadamente cinco semanas antes.

PRESIDENTE – ¿Dónde?

ACUSADO – En la calle. Acompañado por otros dos hombres venía del jardín zoológico. Oí que hablaban en turco y a uno de ellos le daban el título de “Pashá”. Me di vuelta y vi que ese hombre era Taleat Pashá. Los seguí hasta la entrada de un cine. De allí vi cómo uno de los otros hombres se retiraba besando la mano de Taleat y dándole el título de “Pashá”, mientras los otros dos ingresaban en su casa.

PRESIDENTE - ¿Tuvo usted en ese instante la intención de matar a Taleat?

ACUSADO – No tuve esa idea, pero me sentí muy mal y me parecía que revivían ante mí todas las escenas de la masacre. Salí del cine y me fui a mi casa.

PRESIDENTE – De modo que, tal como usted lo dijo, eso ocurrió cuatro o cinco semanas antes de su traslado a la calle Harttenberg.

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE – Entonces no es cierto que con antelación usted tenía conocimiento de la permanencia de Taleat en Berlín.

ACUSADO – No.

PRESIDENTE – Formulé esta pregunta porque en otra oportunidad, usted declaró haber venido justamente porque quería estudiar y se había enterado de la permanencia de Taleat en Berlín.

DEFENSOR VON GORDON – Lo dicho hoy por el acusado coincide aproximadamente con sus últimas declaraciones en el sentido de que, dos semanas antes del hecho, había tomado la decisión de matar a Taleat como consecuencia de la aparición del espíritu de su madre y por esa misma razón se había mudado a la calle Harttenberg.

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE – A partir de ese momento, ¿no se abocó usted íntegramente a perseguir y supervisar todos los movimientos de Taleat Pashá?

ACUSADO – No, cuando me instalé en mi nuevo domicilio estaba decidido a ocuparme de mis tareas habituales.

PRESIDENTE - ¿De modo que usted estaba en condiciones de ocuparse de sus tareas habituales, prosiguiendo sus lecciones con la señorita Beilsohn?

ACUSADO – Al principio traté de proseguir mis estudios. Cuando me atendió el profesor Kassirer me sentía tan mal y tan débil que no me podía dedicar de lleno al trabajo. Por ese motivo le dije a la señorita Beilnsohn que suspendería las lecciones porque necesitaba descansar. En los últimos tiempos no me dedicaba al estudio.

PRESIDENTE - ¿Prosiguió normalmente las relaciones con sus compatriotas hasta el 15 de marzo?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Se le apareció su madre también en otras ocasiones?

ACUSADO – La masacre y sus visiones venían frecuentemente a mi mente, mientras que mi madre pocas veces.

PRESIDENTE - ¿Cuándo tenía esas visiones? ¿De día?

ACUSADO – No, de noche.

PRESIDENTE - ¿Por qué motivo recurrió usted al profesor Kassirer?

ACUSADO – Porque me sentía muy mal.

PRESIDENTE – Aquí, en Berlín, tuvo también ataques nerviosos, ¿no es así?

ACUSADO – Algunos.

PRESIDENTE - ¿Cuándo fue por primera vez?

ACUSADO – No lo podría precisar.

PRESIDENTE - ¿Cuándo tuvo la primera crisis? ¿Cuando un empleado bancario lo levantó de la calle Jerusalemer y lo llevó hasta su casa?

ACUSADO – Esa fue mi primera crisis en Berlín.

PRESIDENTE – Por ese entonces, ¿vivía todavía en la calle Augsburger?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Cómo tuvo lugar esa primera crisis?

ACUSADO – Avanzaba por la calle Jerusalemer. No sé si me caí frente a una puerta o en la calle. Al despertar me vi rodeado de una multitud. Un empleado me preguntó dónde vivía y me acompañó hasta el subterráneo. Tomé el subterráneo y al llegar a mi casa nuevamente me desvanecí en las escaleras.

PRESIDENTE - ¿Por qué recurrió al Prof. Kassirer? ¿Por estos desvanecimientos o padecía de alguna otra enfermedad?

ACUSADO – Para curarme.

PRESIDENTE - ¿Habló de ese desvanecimiento a su compatriota Apelian y fue acaso por el consejo suyo que se dirigió al Prof. Kassirer? Pero nos enteraremos al respecto cuando interroguemos a los testigos.

DEFENSOR VON GORDON – Hace poco no entendí bien una observación. Quisiera saber si he comprendido bien. El acusado, luego de haber alquilado el departamento de la calle Hattenberg para estar cerca de Taleat, olvida por un momento esa intención, pues ha reflexionado que es incapaz de matar a un hombre. En una palabra, pregunto si la decisión que había tomado cuando la aparición de su madre ha quedado firme en su espíritu o bien la ha olvidado por un momento, dedicándose a sus ocupaciones habituales, pensando que no es posible matar a un hombre.
PRESIDENTE – Dijo que estaba indeciso en su determinación

ACUSADO – Tenia dudas, cuando me sentía mal decidía cumplir la orden de mi madre, pero al sentirme bien me decía a mí mismo que no es posible matar a un hombre.

PRESIDENTE – De modo que usted siguió su vida habitual a pesar de que le resultaba un poco difícil. ¿No notó ningún cambio en las relaciones con sus amistades? ¿Quiénes eran sus conocidos?

ACUSADO – Terzibashian, Eftian, Kalusdian, Apelian.

PRESIDENTE – (Al traductor) ¿Usted también?

ZAKARIANTZ – Sí.

PRESIDENTE – A partir de enero, ¿a qué otras cosas se dedicaba además de tomar lecciones de la señorita Beilsohn?

ACUSADO – Visitaba familias armenias, frecuentaba teatros y bailes.

PRESIDENTE – Me parece que también tomaba lecciones de baile.

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE – ¿Desde cuando?

ACUSADO – A partir de enero.

PRESIDENTE - ¿Es verdad que durante una de estas lecciones de baile usted sufrió un ataque nervioso?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Es verdad que en enero también tuvo una crisis semejante? ¿Era similar a la que tuvo mientras volvía del banco a su casa?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Tuvo algún otro desvanecimiento además de los dos mencionados, es decir el de la lección de baile y el de la calle?

ACUSADO – Sí, en casa.

PRESIDENTE - ¿Sólo en su casa, no en la calle?

ACUSADO – No.

PRESIDENTE - ¿Qué más hacía?

ACUSADO – Cultivaba una cordial amistad con Terzibashian, Eftian y Apelian.

PRESIDENTE - ¿Frecuentaba teatros?

ACUSADO – Sí, pero iba más al cine.

PRESIDENTE - ¿Cómo distribuía su tiempo?

ACUSADO – Por la mañana me dedicaba a idiomas y tomaba lecciones de la señorita Beilnsohn.

PRESIDENTE - ¿Dónde almorzaba?

ACUSADO – No tenía ningún restaurante fijo.

PRESIDENTE - ¿Por la tarde también tomaba lecciones?

ACUSADO – En su mayor parte las tomaba por la tarde.

PRESIDENTE – Además del idioma, ¿se dedicaba al estudio de las bellas artes?

ACUSADO – No, siempre estaba abocado al estudio del idioma.

PRESIDENTE – ¿Qué diarios leía?

ACUSADO – Entre mis paisanos encontraba diarios armenios y los leía.

PRESIDENTE - ¿No leía otros periódicos extranjeros?

ACUSADO – Una o dos veces tuve a mano diarios rusos.

PRESIDENTE – Volvamos hasta el mes de marzo, cuando usted se instaló en la casa de la señora Tiedmann. ¿Cómo andaban sus relaciones con su antigua propietaria, la señora Stilbaum?

ACUSADO – Siempre anduve bien con ella.

PRESIDENTE - ¿Estaba conforme en la casa de la señora Tiedmann?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Cómo fue que cometió el homicidio?

ACUSADO – Porque me lo ordenó mi madre. Pensaba en ello cuando el 15 de marzo vi a Taleat…

PRESIDENTE - ¿Dónde lo vio?

ACUSADO – Leía, caminando por mi habitación, cuando vi que Taleat salía de la casa…

PRESIDENTE - ¿Vio que salía Taleat?

ACUSADO – Primero lo vi en el balcón de su casa, pero luego salió. Cuando salió afuera, nuevamente me vino a la mente mi madre, la vi adelante mío, vi también al hombre que había sido el causante del asesinato de mis padres, hermanas y hermanos…

PRESIDENTE – Usted vio a sus parientes y creía que Taleat Pashá era no sólo el responsable de la sangre vertida por los suyos, sino también de la de sus connacionales. ¿Sabía usted que Taleat Pashá iba a salir?

ACUSADO – No.

PRESIDENTE - ¿Qué hizo después?

ACUSADO – En el instante en que salió, tomé mi pistola, corrí detrás de él y lo derribé de un tiro…

PRESIDENTE - ¿Dónde guardaba la pistola?

ACUSADO – En mi valija, junto con la ropa interior.

PRESIDENTE - ¿Estaba cargada la pistola?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Desde cuando poseía esa pistola?

ACUSADO – La había comprado en Tiflis en 1919 y la traje conmigo. Había oído decir que si los turcos regresaban nuevamente y no encontraban a los alemanes, volverían a ocurrir las matanzas.

PRESIDENTE – Cuando Taleat salió de la casa, ¿tuvo usted nuevamente visiones? ¿Se acercó a la valija con apuro o con serenidad?

ACUSADO – No podría precisar con exactitud. Cuando lo vi se me apareció mi madre y yo me lancé afuera…

PRESIDENTE – Mientras salía a la calle, ¿vio a Taleat en la vereda de enfrente?

ACUSADO – Sí, en dirección al jardín zoológico…

PRESIDENTE - ¿Cruzó usted la calle Harttenberg y se acercó a él intencionalmente?

ACUSADO – Corrí desde este lado de la calle hasta alcanzarlo, luego crucé la calle y avancé sobre él…

PRESIDENTE - ¿Le miró el rostro, habló con él?

ACUSADO – No le hablé. Por la vereda pasé por su lado y luego le disparé…

PRESIDENTE - ¿Realmente pasó por su lado? ¿Disparó usted sobre quien marchaba hacia delante o le disparó acercándosele por detrás y de costado?

ACUSADO – Cuando alcancé a Taleat Pashá ya me encontraba a sus espaldas…

PRESIDENTE – Entonces disparó por la espalada.

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Apuntó a la cabeza?

ACUSADO – Me acerqué completamente…

PRESIDENTE - ¿Colocó usted el cañón de la pistola cerca de la cabeza?

ACUSADO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Qué pasó después?

ACUSADO – Sólo sé, no puedo afirmar nada más, que Taleat Pashá se desplomó con el rostro ensangrentado… y que una multitud me rodeaba…

PRESIDENTE - ¿Vio si alguien acompañaba a Taleat?

ACUSADO – No, no vi a nadie.

PRESIDENTE - ¿Tampoco a su esposa?

ACUSADO – No.

PRESIDENTE - ¿Qué hizo después del homicidio?

ACUSADO – No sé lo que hice.

PRESIDENTE – Escapó. ¿No recuerda haber escapado?

ACUSADO – No sé si escapé. Sólo observé que corría sangre y me rodeaba la gente…

PRESIDENTE - ¿Se escapó usted luego de ver todo eso?

ACUSADO – Cuando me vi rodeado por la multitud pensé que podían agredirme, por eso opté por alejarme.

PRESIDENTE - ¿Fue detenido inmediatamente al lado del cadáver o luego de la huída?

ACUSADO – No sé cómo fue.

PRESIDENTE – Usted logró alejarse un buen trecho por la calle Fazanen.

PRESIDENTE – Por el camino habría tirado a un costado la pistola.

ACUSADO – No sé.

PRESIDENTE - ¿Qué sentimientos tuvo cuando vio a Taleat Pashá muerto a sus pies? ¿Qué pensó?

ACUSADO – Lo que sentí inmediatamente después, no lo se.

PRESIDENTE – Pero transcurrido el tiempo se habrá dado cuenta de lo acontecido.

ACUSADO – Sólo cuando fui conducido a la comisaría me di cuenta de lo que había pasado.

PRESIDENTE - ¿Qué pensaba entonces sobre lo que había hecho?

ACUSADO – Sentía una satisfacción en el corazón.

PRESIDENTE - ¿Y hoy?

ACUSADO – Aún hoy estoy muy contento por haberlo hecho.

PRESIDENTE – Pero seguramente sabe usted que en condiciones normales nadie tiene el derecho de ser juez por sí mismo, aunque haya padecido muchísimo.

ACUSADO – No lo sé. Mi madre me ordenó matar a Taleat Pashá por ser responsable de las matanzas y tanto se había posesionado de esa idea mi espíritu que había olvidado que no debía matar…

PRESIDENTE - ¿Pero sabía usted que nuestras leyes prohíben el homicidio?

ACUSADO – No conozco esa ley.

PRESIDENTE - ¿Rige entre todos los armenios la ley de la venganza?

ACUSADO – No.

DEFENSOR NIEMEYER – Mientras usted era golpeado por la multitud y perdía sangre, dijo una palabra; ¿no recuerda lo que dijo en ese momento para justificarse ante la muchedumbre?

PRESIDENTE – El acusado se mostró como quien no ha escapado y sólo ha visto la sangre derramada, la multitud que lo rodeaba y su propia detención. ¿Recuerda si alguien entre la muchedumbre le dirigió la palabra o bien usted a algunos de ellos? ¿Dijo algo usted cuando lo apresaron y empezaron a golpearlo?

ACUSADO - Dije que tanto yo como el muerto éramos extranjeros, en consecuencia el asunto no incumbía a los alemanes.

PRESIDENTE – (Repitiendo los dichos del acusado) Usted habría dicho que sabía lo que hacía y que no había perjuicio para Alemania.

DEFENSOR NIEMEYER - ¿Sabía que en Alemania eso es castigado? Quiero una explicación al respecto.

PRESIDENTE – Ese problema ya ha sido aclarado. Desde aquel día el acusado sufre prisión preventiva. No existe contradicción alguna entre las explicaciones de hoy y las confesiones anteriores.

DEFENSOR VON GORDON - ¿En qué piso de la calle Harttenberg N ° 37 vivía usted frente a Taleat? Él vivía en el N ° 4 de la calle Harttenberg, vale decir, viniendo desde Gnie, en la casa central entre las calles Schiller y Gnezelberg.

ACUSADO – En el primer piso.

DEFENSOR VON GORDON – El 15 de marzo usted vio a Taleat salir de la casa, tomó la pistola, se puso el sombrero y bajando por las escaleras salió a la calle. En ese instante, por lo que puedo juzgar, Taleat Pashá habría avanzado bastante sobre la calle Gnezelberg.

ACUSADO – Ya lo dije, corrí para alcanzarlo.

DEFENSOR VON GORDON – En ese caso usted habría pasado la franja verde de la calle Harttenberg. ¿Estaba usted delante de él?

PRESIDENTE – Ese punto lo negó terminantemente. Se le ha acercado por detrás.

DEFENSOR VON GORDON – Ruego pregúnteselo nuevamente al acusado.

PRESIDENTE – Dé una vez más una explicación al respecto.

ACUSADO – Yo me adelanté por el costado de Taleat Pashá, aguardé y cuando pasó por mi lado, disparé.

PRESIDENTE – En cierta medida eso fue una imprudencia. Taleat Pashá podía verlo y sospechar que planeaba algo en su contra. Eso fue una terrible imprudencia. ¿No se le acercó por la espalda?

ACUSADO – No pensé semejante cosa.

PRESIDENTE- Existen dos posibilidades: ¿pasó usted por el costado de Taleat, adelantándose, o se le acercó por atrás? Hasta ahora no sabemos claramente si Taleat pasó por su costado.

DEFENSOR VON GORDON – De todo lo dicho llego a la conclusión de que Taleat ha pasado por su costado. El acusado siempre se ha expresado en ese sentido. ¿Vio el rostro de Taleat?

ACUSADO – Sí, mientras caminaba por el otro lado antes de pasar a la acera de Taleat.

PRESIDENTE – Veremos lo que dirán los testigos al respecto.

FISCAL KOLNIK – Hace un rato el acusado contestó la pregunta de uno de los Defensores diciendo que sabía que Taleat Pashá había sido condenado a muerte en Constantinopla. Es verdad, hubo tal condena, pero debo recalcar que fue dictada cuando en Constantinopla las riendas del poder se hallaban en manos de otro gobierno, pues Turquía yacía vencida y Constantinopla estaba bajo los cañones navales británicos. Dejo a la consideración del Tribunal la apreciación del valor de esa condena de muerte y ruego que se le formule al acusado la siguiente pregunta: dijo que había encontrado el cadáver de su hermano, ¿lo enterró?

ACUSADO – No.

PRESIDENTE – El acusado huyó. Se encontraba en una situación peligrosa.

FISCAL KOLNIK – También dijo el acusado haber recibido asistencia médica. ¿Tiene en su cuerpo heridas o cicatrices?

ACUSADO – Naturalmente.

FISCAL KOLNIK – Ruego que se lo constate posteriormente. Nuevamente solicito que se le pregunte al acusado: ¿Cómo se enteró de que aquella persona era Taleat? ¿Lo había visto antes o lo reconoció por fotografías?

ACUSADO – No, no lo había visto. Lo reconocí por las fotos de los diarios.

FISCAL KOLNIK – Se dijo que las matanzas tuvieron lugar cerca de Yerzingá, pero yo tengo informes acerca de que la caravana fue atacada por bandidos kurdos en un valle, luego de alejarse de Yerzingá. Ruego se le pregunte si los atacantes eran kurdos.

ACUSADO – Para mí eran gendarmes turcos quienes abrieron fuego.

DEFENSOR NIEMEYER – Espero que se aclarará la cuestión de esos bandidos kurdos.

FISCAL KOLNIK – A mí me parece extraño que el acusado haya conseguido alojamiento tan rápido en la calle Harttenberg.

DEFENSOR NIEMEYER – Creo que el problema de los kurdos se puede explicar así: el principal invento de los criminales turcos ha sido armar a los kurdos montañeses, acérrimos enemigos de los armenios, y colocarlos como gendarmes para “vigilar” a los armenios.

ACUSADO – Todos los kurdos no son iguales, unos están enemistados con los armenios, mientras otros cultivan muy buenas relaciones con nosotros.

DEFENSOR NIEMEYER - El acusado relató que había recibido albergue junto a los kurdos. Es decir que existen kurdos malos y buenos. Por el hecho que señaló el acusado, es evidente que los kurdos lo recibieron con cariño, pero existen también kurdos allegados al gobierno.

ACUSADO – En su mayoría.

DEFENSOR WERTAUER – Cuando murió su padre ¿qué edad tenían sus padres?

ACUSADO – Mi padre, cincuenta y tres; mis hermanos, veintiocho y veintidós, una de mis hermanas veintiséis o veintisiete; la otra dieciséis y medio y la menor tenía quince años.

DEFENSOR WERTAUER – ¿Su hermana casada fue deportada junto con su hijo y esposo?

ACUSADO – Sí, partieron juntos, pero en la caravana estaban un poco alejados uno del otro.

DEFENSOR WERTAUER – Dijo hoy el acusado que salvo el cadáver de su hermano no vio el cuerpo de ninguno de sus parientes. Pero yo estoy informado de otro modo. Ruego se le pregunte si a la distancia, entre los arbustos, alcanzó a ver la desaparición de una de sus hermanas y si posteriormente volvió a verla.

ACUSADO – Vi la caída de mi madre y a mi hermano muerto. No pude averiguar más mientras fugaba…

DEFENSOR WERTAUER – En Yerzingá vivían veinte mil armenios cristianos. ¿Qué otras nacionalidades vivían allí? ¿Había kurdos y turcos?

ACUSADO – En Yerzingá había de veinticinco a treinta mil turcos.

DEFENSOR WERTAUER - ¿Se colocaron carteles en las paredes anunciando que los armenios debían abandonar sus hogares o fue anunciado verbalmente? En ese corto plazo, ¿cómo se les comunicó a los veinte mil armenios? ¿Fue en la madrugada? Yo hace un momento entendí que una mañana se dio la orden de que los armenios debían abandonar la ciudad. ¿Cómo ocurrió eso?

ACUSADO – La población de la ciudad y sus alrededores fue concentrada y deportada. Los que quedaron demorados fueron deportados más tarde.

DEFENSOR WERTAUER - ¿Recuerda si el anuncio fue hecho con toque de tambor o colocando carteles en las calles? En síntesis, ¿Cómo se hizo el anuncio?

ACUSADO – Vino un portavoz militar y anunció de viva voz la evacuación de la ciudad.
DEFENSOR WERTAUER - ¿Provenía la orden del gobierno?

ACUSADO –Sí, se anunciaba que la orden procedía de Constantinopla, era la orden de Taleat Pashá.

PRESIDENTE - ¿Se decía por aquel entonces que la orden emanaba de Taleat?

ACUSADO – Se decía, circulaban noticias.

DEFENSOR WERTAUER – Ruego se pregunte al acusado si durante su permanencia en Yerzingá hasta mayo, las escuelas se cerraron.

ACUSADO – Dos o tres meses antes.

DEFENSOR WERTAUER – Pregúntesele por favor si el dinero hallado en la casa era oro amonedado.

ACUSADO – Sí, era oro amonedado.

PRESIDENTE - ¿Le alcanzó ese dinero hasta la fecha? ¿Vive con ello hasta la fecha?
ACUSADO – Sí.

DEFENSOR WERTAUER – Eran cuarto mil ochocientas libras turcas. Una libra turca equivale a veinte marcos oro.

PRESIDENTE - ¿Hasta ahora vivía de ello?

ACUSADO – Sí.

DEFENSOR VON GORDON - ¿Oyó los gritos de su hermana cuando fue arrastrada y llevada?

ACUSADO – Oí sus gritos. Mi madre también la vio. Se me acercó gritando, mientras exclamaba: “¡Ojalá me hubiese quedado ciega…!”

PRESIDENTE - ¿Hay otras preguntas para formular al acusado?

FISCAL KOLNIK – Pediré una explicación más: ¿cómo introdujo el acusado ese dinero en Alemania?

ACUSADO – Una parte en mis bolsillos y otra en la valija.

PRESIDENTE – Si no hay mas preguntas para formular al acusado, pasemos a las pruebas.

Testigo Nikolaios Essen

Comerciante de Charlotenburgo, 40 años. Jura.

PRESIDENTE - ¿Es usted testigo presencial?


TESTIGO – Sí.

PRESIDENTE – Narre lo que haya visto.

TESTIGO – El martes 15 de marzo a las once de la mañana pasaba por la calle Harttenberg en dirección a la plaza Widdenberg para visitar a varios clientes. Soy representante de un frigorífico. Delante de mí caminaba con paso tranquilo un señor de sobretodo gris. De repente el acusado pasó a mi lado con paso acelerado, llevándose la mano al bolsillo.

PRESIDENTE - ¿A dónde iba? ¿Caminaba por la derecha?

TESTIGO – Sí, hacia el jardín zoológico.

PRESIDENTE - ¿Detrás del señor de sobretodo?

TESTIGO – Sí.

PRESIDENTE – En ese momento, ¿se le adelantó el acusado por la vereda?

TESTIGO - Sí.

PRESIDENTE - ¿Sacó la pistola? ¿De que bolsillo?

TESTIGO – No puedo precisar ese detalle. Creo que del bolsillo derecho del saco. En todo caso era una pistola. La sacó y disparó a quemarropa a la cabeza del señor que se desplomó instantáneamente hacia adelante con el cráneo destrozado. El acusado tiró la pistola y trató de huir. Un poco más adelante caminaba una señora que se desvaneció. Primero levanté a la señora, pues la creía herida. Luego corrí detrás del acusado y lo detuve en la calle Fazanen. Naturalmente, se aglomeró una multitud y la gente golpeaba despiadadamente al acusado. Un hombre con una llave golpeaba continuamente su cabeza, otros gritaban “¡detengan al asesino…!”. Llevé al acusado a la comisaría cercana del jardín zoológico, allí pidió un cigarrillo. Allí también se aglomero una multitud y nuevamente le propinaron una golpiza.

PRESIDENTE - ¿Está usted totalmente seguro de que el acusado avanzó por la acera y por su costado?

TESTIGO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Y disparó al cuello de la víctima?

TESTIGO – Sí.

PRESIDENTE - ¿No cruzó acaso desde la acera de enfrente y luego de dejar que Taleat Pashá se le adelantará le disparó por la espalda?

TESTIGO – No.

PRESIDENTE - ¿Miró su rostro de frente?

TESTIGO – No, eso debo negarlo. El acusado avanzó rápidamente y sin pronunciar palabra alguna sacó la pistola y disparó al cuello del hombre.

PRESIDENTE - ¿La víctima se desplomó de inmediato?

TESTIGO – Cayó hacia adelante.

PRESIDENTE - ¿El acusado no esperó para nada?

TESTIGO – No.

PRESIDENTE - ¿Se escapó de inmediato?

TESTIGO – Sí, entró en la calle Fazanen y se dirigió hacia la calle Kant.

PRESIDENTE - ¿Por dónde caminaba la señora?

TESTIGO – La señora caminaba delante del señor.

PRESIDENTE - ¿No a su lado?

TESTIGO – No.

PRESIDENTE - ¿Acompañaba al señor?

TESTIGO – No.

PRESIDENTE - ¿Y cayó desvanecida?

TESTIGO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Había otras personas en las cercanías?

TESTIGO – No.

PRESIDENTE - ¿Llegó usted primero al cadáver?

TESTIGO – Yo primero levanté a la señora.

PRESIDENTE - ¿Y sólo luego comprobó que el señor ya estaba muerto?

TESTIGO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Llegaron otras personas en ese momento?

TESTIGO – En ese momento pasaba un carro de muebles y del chalet salía un señor con su mucamo.

PRESIDENTE - ¿Hay otras preguntas que formular al testigo?
(No las hay).

Testigo Boleslaw Tembiski

Peón de Charlotenburgo, 31 años. Jura.

PRESIDENTE – Nárrenos lo que usted sepa sobre el hecho.


TESTIGO – Por la calle Harttenberg me dirigía a casa para almorzar.

PRESIDENTE - ¿En qué dirección caminaba?

TESTIGO – Hacia el jardín zoológico.

PRESIDENTE - ¿Por la derecha?

TESTIGO – Sí, en la esquina de la calle Fazanen me alcanzó el señor acusado.

PRESIDENTE - ¿Caminaban por la vereda?

TESTIGO – Sí, me alcanzó a tres o cuatro pasos de la víctima. De repente oí una detonación, creí que había reventado un neumático, pero ¿qué veo? Uno que se desploma delante de mí y otro que escapa.

PRESIDENTE - ¿Inmediatamente se dio a la fuga?

TESTIGO – Sí, inmediatamente. Yo lo corrí. El acusado tomó la calle Fazen por la izquierda, pero en aquella calle varias personas le cerraron el paso y no pudo huir y el señor que hace un rato atestiguó aquí, lo detuvo y desde allí lo condujimos a la comisaría cercana al jardín zoológico.

PRESIDENTE - ¿Está usted totalmente seguro de que el hombre que se le adelantó era el acusado?

TESTIGO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Miró de frente al asesino o se le acercó por detrás?

TESTIGO – Directamente se adelantó por atrás sobre la víctima, sacó el arma y le disparó.

PRESIDENTE - ¿Pasó por su lado avanzando por la vereda?

TESTIGO – Sí, pegó una pequeña vuelta, miró arriba hacia una ventana, avanzó sobre la víctima y le hizo fuego.

PRESIDENTE – ¿Luego del hecho oyó usted alguna exclamación de boca del acusado?

TESTIGO – No.

PRESIDENTE - ¿La gente le dirigió la palabra? ¿Él trató de justificarse?

TESTIGO – “Este es un extranjero”, dijo, “yo también soy extranjero, nada se ha perdido”.

PRESIDENTE - ¿Dónde dijo esas palabras?

TESTIGO – En la comisaría.

PRESIDENTE - ¿No permaneció cerca del cadáver?

TESTIGO – No.

PRESIDENTE – Luego del disparo, ¿tiró el arma y se escapó?

TESTIGO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Y usted lo persiguió?

TESTIGO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Notó si junto a la víctima o un poco más adelante caminaba una señora?

TESTIGO – No, no había nadie.

PRESIDENTE – Entonces usted vio que aquel hombre transitaba tranquilamente por la calle.

TESTIGO – Sí, tranquilamente.

PRESIDENTE - ¿Y nadie lo acompañaba?

TESTIGO – No.

PRESIDENTE - ¿Vale decir que usted y el señor eran de los primeros o había otros también?

TESTIGO – Sí, éramos de los primeros.

PRESIDENTE - ¿Hay más preguntas que formular al testigo? (No hay).

(No se considera necesario interrogar a la siguiente testigo, la viuda de Taleat, pues se demostró la falsedad de lo dicho en el sentido de que era ella la mujer que, estando junto a Taleat Pashá en el momento de ser asesinado, se había desplomado desvanecida.)

Testigo Comisario Schultz

47 años, Charlotenburgo. Jura.

PRESIDENTE - ¿Qué nos puede decir con respecto al hecho?


TESTIGO – El día del hecho se me comunicó telefónicamente la noticia de un homicidio cometido en la calle Harttenberg y que el homicida había sido detenido. Fui al lugar del hecho y vi al asesinado en la vereda, siendo el lugar cerrado al tránsito por la policía.

PRESIDENTE - ¿Practicó alguna investigación personal relacionada con el hecho?

TESTIGO – No.

PRESIDENTE - ¿A quién prestó atención, al cadáver o al homicida?

TESTIGO – Me ocupé del cadáver recogiendo sus efectos personales. No vi más al homicida.

PRESIDENTE – Vale decir que la acusación formulada por usted está basada únicamente en las declaraciones de las personas presentes en el lugar. ¿No efectuó ninguna investigación por iniciativa suya?

TESTIGO – No.

PRESIDENTE - ¿Hay otras preguntas que formular al testigo?

DEFENSOR VON GORDON - ¿Dónde yacía el cadáver? ¿Entre la calle Fazanen y Stein Platz o entre Stein Platz y la calle Gezelberg?

TESTIGO – Entre las calles Fazanen y Joachimstaler, más cerca de la calle Fazanen, al N° 17 de la calle Harttenberg.

PRESIDENTE - ¿Hay otras preguntas para el testigo? (No hay).

PRESIDENTE – Le ruego, señor traductor, comunique al acusado que los dos testigos que acaban de prestar declaración afirmaron que él no ha pasado al lado del asesinado, sino que ha avanzado por la vereda detrás de él, y luego de pasar a algunas personas se ha acercado a Taleat y lo ha matado.

ACUSADO – Las declaraciones de los testigos no responden a la verdad.

DEFENSOR VON GORDON – Quizás estaba tan emocionado que no recuerda con exactitud.

PRESIDENTE – Quizás no se acuerda con precisión, pero las dos personas declararon lo contrario, vale decir que usted ha disparado por la espalda sin pasar por su lado.

ACUSADO – Crucé desde la vereda de enfrente y disparé de atrás.

DEFENSOR VON GORDON – Quisiera preguntar al Señor Presidente si está presente el testigo Resch, pues asigno a su testimonio especial importancia.

PRESIDENTE – Que alguno de los ujieres establezca si el testigo Resch ha llegado o no (Se informa que aún no ha llegado). Llamo la atención de los dos testigos anteriores, Essen y Tembizki, sobre que el acusado niega sus testimonios. Dice el acusado que ha cruzado la calle dejando que Taleat Pashá pasara cerca de él; luego, por la derecha los ha pasado a ustedes, se ha acercado a Taleat y le ha disparado de atrás.

TESTIGO ESSEN – El acusado puede tener razón, pero del lugar en que Taleat Pashá fue muerto, veinte metros antes, él pasó delante de mí, quizás haya pasado por el pasaje lateral del contrario.

PRESIDENTE – En este caso ha ocurrido antes de que alcance a Taleat.

TESTIGO ESSEN – Lo alcanzó por la calle Fazanen, acercándosele en la vereda de la calle Harttenberg. Inmediatamente le pregunté al acusado por qué había matado a Taleat Pashá. Y contestó “yo soy armenio, el es turco, no hay ningún daño para Alemania…”.

PRESIDENTE – Creo que eso lo había dicho después.

TESTIGO ESSEN – Inmediatamente le pregunté por el motivo de la agresión, le revisé los bolsillos porque temía a nuevos disparos, además podía tener algún puñal. Entonces me dijo: “Yo soy armenio, él turco, no hay ningún daño para Alemania…” Eso ocurrió quizás cinco minutos después del hecho.

PRESIDENTE – Todavía existe una incertidumbre, pero lo dicho no es totalmente contradictorio. Ambas declaraciones mantienen una cierta verosimilitud.

DEFENSOR VON GORDON – Para mí la cuestión no es confusa, pues el testigo Resch ha declarado lo contrario de los testigos Essen y Tembizki, su testimonio casi coincide con las declaraciones del acusado.