Testigo Obispo Balakian

Llegado a Berlín desde Manchester para este juicio. Habla deficiente alemán, pero no se considera necesario un intérprete. Jura.

TESTIGO – Nada puedo decir con respecto al hecho, tampoco del acusado. Jamás lo he conocido.
En 1914, al estallar la guerra, me encontraba en Berlín y a mediados de septiembre me dirigí a Constantinopla. Allí, aproximadamente seis o siete meses después, el 24 de abril de 1915, junto con otros 280 intelectuales armenios, fui detenido por la policía y deportado. Viajamos treinta y seis horas en ferrocarril, hasta las cercanías de Enguri. En ese lugar unas noventa personas fueron separadas de nuestra caravana y enviadas a Ayas. Las restantes fueron conducidas en carros a Changr, distante veinte horas de Enguri. Luego fueron transportadas en pequeños grupos de 25, 15, 10 y 5 personas a Enguri y asesinadas. De las ciento noventa personas se salvaron únicamente dieciséis.


En Chagr vivían cerca de cuarenta familias armenias, alrededor de doscientas cincuenta personas, todos comerciantes de habla turca, ajenos a la política. Agregados exiliados procedentes de Constantinopla, todos serían deportados al desierto de Der El Zor en cumplimiento de la orden telegráfica del ministro del Interior de Constantinopla.
Sin embargo el intendente de Kasdamuni, Rashid Pashá, se negó a obedecer dicha orden. Fue inmediatamente destituido. Su reemplazante quería cumplir la orden, deportándonos. Lo sobornamos con unas ochocientas libras turcas. Ese individuo era el presidente del Comité
[1]. Se llamaba Ionus Bey. A raíz del soborno no nos deportaron y nos quedamos allí hasta febrero de 1916. Luego, en reemplazo de Rashid Bey fue enviado a Kasdamuni el gobernador de Enguri, quien, como nos enteramos entonces, había masacrado en la provincia su provincia a 82.000 armenios; mujeres, hombres, niños.

Este nuevo gobernador obedeció la orden del ministro del Interior Taleat Pashá y nos arrastró hasta el desierto de Der El Zor a pesar de que los armenios éramos pacíficos y no hablábamos nuestro idioma natal, siendo el turco el idioma corriente. Sin embargo querían erradicar a todos los armenios del Asia Menor por motivos políticos. Primero se llevaron a cuarenta y ocho hombres; las mujeres serían arrastradas tras ellos. Nos preguntaron si queríamos tomar las mujeres y los niños con nosotros; aconsejé no tomarlos. Luego nos supimos que fueron asesinados.

Nos condujeron por la línea de Chorum, Yozghat, Bogazlian, Cesárea, Tomarza, Hadjin, Sis, Gars, Bozar, Osmaniye, Hasanbeyli, Islahie. Era una de las rutas sangrientas. Sólo entre Yozghat y Bogazlian masacraron a 43.000 armenios con sus mujeres y niños. Oíamos que también seríamos asesinados nosotros pues, a pesar de que oficialmente llevaba el nombre de “deportación”, en la realidad no era más que una política de aniquilación. Pero teníamos dinero, unas quince o dieciséis mil libras, esperábamos salvar la vida con el poder de la dádiva. Esperábamos lograr con dinero lo que no podíamos obtener por otros medios. Y no estábamos equivocados: si sigo con vida todavía es gracias a esa dádiva.

Se sobreentiende que nos trataban pésimamente. Padecíamos hambre y cuando encontrábamos agua no nos permitían apagar nuestra sed. Pasamos dos días sin pan. No nos dejaban comprarlo con nuestro propio dinero. Nunca podíamos dormir, pero estábamos conformes por la suerte de seguir vivos.

Al llegar a Yozghat, que era uno de los lugares más ensangrentados, vimos en una calle a lo largo del camino centenares de cabezas con cabellos largos, pertenecientes a mujeres y muchachas. Nos acompañaba un capitán de policía llamado Shukri. Éramos 48 hombres y nos conducían cerca de dieciséis policías montados. Le comenté al capitán: “He oído que se asesina a los varones, no así a las mujeres y muchachas...” “Sí”, me dijo, “si matáramos a los varones únicamente y no a las mujeres y niñas también, dentro de cincuenta años habría varios millones de armenios; en consecuencia, debemos matar a las mujeres y niñas para que cesen para siempre las molestias internas y externas...”

Sepan disimular mi deficiente alemán; desde hace cuatro años no pronuncio una sola palabra de alemán, por ese motivo no puedo hablar fluidamente. Soy religioso armenio desde 1901, conozco bien la política turca y su relación con Armenia y mi pueblo.

Decía, pies que le pregunté por qué se asesinaba a las mujeres y a los niños. Contó el capitán con toda naturalidad: “Los matamos a todos, pero no en la ciudad. Eso está prohibido porque Abdul Hamid, en 1895-1896 había ordenado el asesinato de todos los ciudadanos, pero posteriormente se enteró de ellos todo el mundo civilizado, las naciones europeas trataron de impedirlo... No debe quedar ningún hombre vivo para que ningún testigo comparezca ante los estrados de un tribunal...” Gracias a Dios, todavía quedan algunas personas vivas.

El capitán me dijo: “Eso se lo puedo decir tranquilamente porque irán al desierto y allí morirán de hambre...” Luego nos describió detalles: “Primero sacamos a 14.000 varones de la ciudad de Yozghat, los matamos y los tiramos en los pozos. A los familiares de los asesinados se les decía que los hombres habían llegado a Alepo, estaban bien y habían solicitado del gobierno la autorización para que sus familias se les unieran; las familias encontrarían allí viviendas ya listas... que el gobierno autorizaba a transportar toda la pertenencia móvil... A raíz de eso, las familias empaquetaban todo, plata, mercaderías, adornos, alfombras, joyas y todo lo susceptible de ser llevado consigo...” Esto lo contaba el capitán que conducía la caravana afirmando que él personalmente, como comandante policial, había hecho asesinar a 40.000 armenios entre Yozghat y Bogazlian.

Vale decir que las mujeres creían que sus esposos estaban vivos y hacían preparativos para unírseles. Había 840 carros, 380 tirados por bueyes, el resto por caballos. Muchas mujeres y niños se vieron obligados a partir a pie. Las mujeres y niños deportados hacia Alepo llegaban a 6.400.

Le pregunté al capitán por qué hicieron eso, y me respondió: “Si a las mujeres y los niños los hubiésemos masacrado en las ciudades, no hubiéramos podido saber el lugar de las riquezas escondidas. Por ese motivo ‘permitimos’ que tomaran consigo todas las joyas y objetos de valor. Cuando habíamos avanzado cuatro horas, prosiguió el capitán, llegamos a un valle donde había cuatro molinos. Nos acompañaban cerca de veinticinco o treinta mujeres turcas. Ellas revisaron a las armenias, despojándolas de sus joyas y dinero. Como se trataba de 6.400 mujeres y muchachas, las mujeres turcas necesitaron cuatro días para llevar a cabo la requisa. Cuando terminó la revisación, siguió diciendo el capitán, se comunicó con las mujeres que el gobierno había otorgado una ‘gracia’ por la cual se las autorizaba a volver a sus hogares. En el camino de regreso, a una hora de distancia, había una gran planicie. Ya los carros y sus conductores habían sido enviados de vuelta. Se dijo a las mujeres que, habiéndose otorgado la gracia del regreso, no precisaban carros, pues sólo se encontraban a cuatro horas de Yozghat”.

Todo esto lo contó personalmente el capitán. Yo siempre le formulaba preguntas para arrancarle respuestas: quizás pueda, pensaba, sacar provecho por lo oído. Contó seguidamente que cuando las mujeres, como consecuencia de la gracia, pretendían volver a Yozghat, fueron enviados a las ladeas de la provincia muchos policías que incitaron a los campesinos turcos a la “Guerra Santa”. Llegaron de doce a trece mil campesinos turcos armados de hachas y otros elementos metálicos. “Se les permitió asesinar a todas y llevarse consigo a las muchachas más bellas...”

DEFENSOR VON GORDON – (Interrumpiéndolo) Ya hemos oído muchas cosas, quisiéramos conocer lo esencial.

TESTIGO – Formulen las preguntas, por favor.

DEFENSOR VON GORDON – Cuando se encontraba en Changr, ¿entrevistó con uno de los profesores al gobernador para pedirle que hiciera algo por ustedes? El gobernador de allí, ¿no le mostró un telegrama en el cual Taleat Pashá formulaba una pregunta concreta al nuevo gobernador?

TESTIGO – Concédanme dos minutos más, estoy por terminar, luego le daré la respuesta. Habían asesinado a todos, a todos sin piedad, mujeres, niños… a todos. Le pregunté al capitán si no tenía remordimientos de conciencia, si no se sentía responsable ante Dios, la humanidad y la civilización. “No soy responsable, dijo, recibí órdenes de Constantinopla. Soy un capitán de policía... se nos había ordenado matar a todos porque se había declarado la ‘Guerra Santa’. Y concluyó: “Cuando un soldado mata en la guerra, no es responsable. Yo también procedí así. Luego de la masacre recé una oración y me purifiqué...”

(Contestando a la pregunta del Defensor Von Gordon) Cuando conversábamos con el Señor Diran Kelekian, director del diario “Sabah” y catedrático de la Universidad turca de Constantinopla, me dijo: “¿No quiere acompañarme a visitar al vicegobernador Assaf Bey?”. Le dije que era preferible ocultarnos y no dar la cara. Me contestó: “No, no tenga miedo, él es discípulo mío, me besa la mano y me respeta mucho; frecuentemente hemos hablado para tratar de entender estas malditas relaciones turco-armenias...”

Así visitamos a Assaf Bey que era el vicegobernador de Osmaniye, en Cilicia. Nos recibió con mucha cortesía. Le preguntamos qué podíamos hacer para regresar a Constantinopla. Nos contestó: “Querido maestro, lo que quiere hacer, hágalo pronto, después será muy tarde...” Le preguntamos naturalmente por qué sería tarde. Dijimos no tener noticias de que en el Asia Menor hubieran comenzado ya las masacres. Realmente no lo sabíamos. Tampoco sabíamos lo que ocurría a dos horas de distancia. Respondió Assaf Bey: “No puedo decir nada a otros, pero a usted (al Señor Kelekian) que es mi maestro, y a usted (dirigiéndose a mí) que es un prelado que sabe guardar un secreto en su condición de religioso, les tengo confianza. Les mostraré un telegrama...” Al decir eso mostró un telegrama al Señor Kelekian. Como no me lo prohibió, yo lo leí también. No le puedo decir el contenido textualmente, tampoco puedo afirmar su autenticidad: sólo lo miré. Publicaré un libro y demostraré lo dicho, pero no tengo motivos para durar de la autenticidad de un telegrama mostrado por un vicegobernador en actividad. El sentido del telegrama era aproximadamente el siguiente: “Telegrafíenos inmediatamente cuántos armenios han muerto y cuantos viven aún. Ministro del Interior Taleat”. En un principio no entendí su significado. Era imposible pensar que toda una nación sería masacrada, jamás en la historia había ocurrido algo semejante. El Señor Kelekian preguntó a Assaf Bey: “¿Qué significa esto?, no lo entiendo...” “Usted es tan inteligente, contestó Assaf Bey, es jefe de redacción... El telegrama significa: ¿qué esperáis? ¡Masacrad!”

El Señor Kelekian empezó a llorar y dijo: “Mis hijos son todavía demasiado jóvenes para enfrentar solos la lucha por la vida; no queda otra cosa mas que usted (se dirigía a mí) nos acompañe a la iglesia para darnos la santa comunión...” Dijo Assaf Bey: “Hagan todos los esfuerzos, pero silenciosamente, para trasladarse a Constantinopla en estas dos semanas. Permaneceré aquí unos quince días más, luego abandonaré mi puesto. Ya en 1909, cuando estaba en Osmaniye, hubo en Andana grandes masacres; me acusaron de haber torturado a los armenios y sólo con grandes dificultades pude salvarme. No quiero participar nuevamente en las matanzas armenias porque llegará un momento, después de la guerra, en que todos los altos funcionarios responsables se verán obligados a escapar al exterior, y entonces nos responsabilizarán por las matanzas y quizás nos ahorquen también.”

UN JURADO - ¿Qué firma llevaba el telegrama?

TESTIGO – Lo vi con mis propios ojos. La firma del telegrama decía “Taleat”.

DEFENSOR VON GORDON - ¿Entonces por intermedio de quien se salvó usted? ¿De los ingleses, de los rusos, de los franceses?

TESTIGO – Es una trágica historia y todo lo que pasé en cinco años lo podría relatar durante semanas enteras o meses.

DEFENSOR VON GORDON – Quisiéramos oírlo aquí en forma totalmente sintética y clara.

TESTIGO – Me escapé de Islahiye a Ayran. Llegué hasta la cordillera de Amanos, donde ingenieros alemanes construían una ruta. Al enterarse de que hablaba alemán y había estudiado en Alemania los ingenieros me trataron con mucha cortesía. Me dijeron que de inmediato debía afeitarme la barba, dejar la sotana, vestirme a la europea y llevar sombrero. Permanecí allí cuatro meses. Fueron los ingenieros Morff y Klauss quienes me ayudaron y trataron amablemente. En la cordillera trabajaban 8.000 armenios y gozaban de la protección alemana, pero llegó la orden de que esos armenios también fuesen deportados y fueron aniquilados entre Bagche y Marash. Escapé a los montes del Taurus, donde también ingenieros alemanes construían rutas montañosas. Allí me apreciaba mucho el jefe de ingenieros Lojdenekker. Cuando los funcionarios turcos se enteraron de que mi nombre era falso y que era armenio religioso, me vi nuevamente obligado a escapar. Llegué a Adana. Allí volví a estar con los alemanes durante cinco meses. Permanecí en las oficinas centrales bajo la protección del ingeniero principal Wingler. Recibí de ellos un uniforme alemán, aprendí el saludo militar y me familiaricé con la vida castrense. Con profundo reconocimiento debo recordar a los ingenieros alemanes. Recuerdo con efusivo agradecimiento la asistencia que recibí de ellos durante mis días de prueba.

Cuando los ejércitos aliados tomaron Damasco y avanzaban sobre Alepo, los turcos de Adana les decían a los armenios: “No queremos dejarlos vivos para que junto con nuestros enemigos, los aliados, se rían de nosotros y nos perjudiquen...” Querían masacrar a unos miles de armenios que vivían en un depósito turco de Adana, querían aniquilarlos entre las montañas de Sis y Hadjin. Juntando mis últimas energías traté de salvarme de estos horrores y pasar a Alemania. Un oficial alemán me facilitó un uniforme de soldado y así, bajo el uniforme militar alemán, junto con suboficiales y soldados llegué a Constantinopla por ferrocarril.

Hacía cuatro días que me encontraba allí cuando se firmó el armisticio entre los búlgaros y los aliados. Pensé que no necesitaba proseguir el viaje ya que la guerra había terminado; sin embargo permanecí en casas de amigos hasta que en octubre de 1918 se firmó el armisticio general. En noviembre de 1918 me alejé de Turquía llevando a París los informes de las atrocidades cometidas contra los armenios, para hacer conocer al mundo entero la cruda verdad.

DEFENSOR VON GORDON – El Excelentísimo General Otto Liman Von Sanders nos dejó grandes cargos de conciencia. Habló aquí de que no es Taleat Pashá el responsable de los horrores, sino aquellos cuerpos irregulares a quienes tocó cumplir la orden de deportación. Eso contradice la opinión general reinante entre los armenios y muy especialmente la convicción del Señor Dr. Lepsius. Quisiera formular una pregunta al testigo: ¿No existe entre los armenios la absoluta convicción de que Taleat es personalmente responsable de estas matanzas?

TESTIGO – Esa es no sólo la opinión general armenia, sino la verdad. Pertenezco al Patriarcado Armenio de Constantinopla y he tenido muchas oportunidades de conocer las relaciones turco-armenias. Naturalmente que conocí a Taleat en forma personal. Tenía influencia total. Todo lo hacía con absoluta conciencia. Cuando nosotros queríamos algo en nombre del Patriarcado Armenio de Constantinopla, nos decía: “No necesitan dirigirse primero a los otros ministros, vengan a mí directamente, no hace falta llenar ninguna solicitud, pueden decirme todo personalmente, yo lo cumpliré...” Procedía como si tuviera a su cargo toda la responsabilidad y no necesitara rendir cuentas a nadie...

DEFENSOR NIEMEYER - ¿Conoce usted, señor testigo, aquella frase de Taleat que circula entre los armenios: “Para solucionar la cuestión Armenia hice yo en un día más que Abdul Hamid en treinta años”?

PRESIDENTE - ¿Conoce usted esa frase?

TESTIGO – No entendí bien lo que quiere decir…

PRESIDENTE – (Lo repite).


TESTIGO – Lo que ha hecho Taleat no ha ocurrido en quinientos años. En septiembre de 1915, cuando estaba en Changr y toda la Anatolia había sido evacuada y los armenios asesinados, llegó un coronel del frente ruso-turco de Erzerum, en viaje a Constantinopla. Nos dijo con gran cinismo: “Lo que no hicieron nuestros sultanes anteriores lo hicimos nosotros, en dos meses aniquilamos a una nación histórica...”

PRESIDENTE - ¿Reinaba esa mentalidad entre turcos y armenios?

TESTIGO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Y es verdad que en manos de Taleat los armenios tuvieron en quince meses más bajas que durante muchísimos años?

TESTIGO – Sí, pero aquella frase por la cual se me formuló la pregunta no le he oído de boca de Taleat.

DEFENSOR VON GORDON – (Al General Von Sanders) Dijo usted, Excelencia, sin afirmarlo, pero se expresó en el sentido de que debían tomarse como responsables a los funcionarios de menor jerarquía.

PERITO GRAL. VON SANDERS – De las crueldades, no de la deportación.

DEFENSOR VON GORDON – En su descargo, considero mi deber presentar aquí cinco telegramas de la vicegobernación de Alepo (El defensor Von Gordon quiere depositar los telegramas en la mesa del tribunal). Proponiéndolo como prueba quiero dar lectura a dos de estos telegramas. El Prof. Lepsius los ha revisado. Sin embargo es más que necesario decir el contenido de estos telegramas. Se comprueba que con los telegramas Taleat ordenó personalmente la aniquilación de todos los armenios, incluyendo a los niños. En un principio se ordenó conservar sólo aquellos niños que no estuvieran en condiciones de recordar la suerte corrida por sus mayores. Luego, en marzo de 1916, se derogó esa orden porque esos niños podían ser elementos dañinos para Turquía. De la autenticidad de esos telegramas puede testimoniar el testigo Andonian, que los recibió directamente de la vicegobernación luego de la ocupación de los ingleses. Han sido puestos además a disposición de la Delegación Armenia. Personalmente considero posible, y más aún, evidente, y espero que los jurados crean al acusado, quien por su parte está firmemente convencido, y no sin muchas razones, y no más o menos sino hasta lo más profundo de su corazón, que Taleat ha sido el autor de los horrendos crímenes cometidos contra los armenios y es el responsable directo de ellos. Si llegan a esa conclusión, sólo entonces renunciaré a presentar las pruebas.

FISCAL KOLNIK – Solicito el rechazo de semejante prueba. El Señor Presidente permitió una amplísima discusión en torno a si Taleat es o no responsable de los horrores armenios. Ese problema, sin embargo, es totalmente ajeno al proceso pues, a mi modo de ver, no se puede dudar en absoluto que el acusado veía en la persona de Taleat al culpable de los horrores. Con eso se esclarece totalmente la motivación. Sostengo la tesis que es absolutamente imposible decidir ante el Tribunal la culpabilidad de Taleat, porque sería necesario emitir un juicio histórico para lo cual necesitaríamos un material completamente distinto del que contamos actualmente.

DEFENSOR NIEMEYER – Quisiera puntualizar que Taleat fue el funcionario supremo, el responsable del gobierno, el Primer Ministro. Era el representante del Estado. Taleat era responsable de todo, es imposible pensar otra cosa.

DEFENSOR VON GORDON – Por la posición tomada por el Fiscal y teniendo en cuenta la influencia ejercida sobre los Señores Jurados, lamentándolo mucho, creo que deberé renunciar a hacer esa propuesta.

PRESIDENTE – Creo que con eso se anula la sugerencia.

JURADO EWALD – Quisiera formular una pregunta al testigo Obispo Balakian. Dijo usted que fueron a ver al “vali”. ¿Es un gobernador o intendente? ¿Llevaba el telegrama la firma de Taleat?

TESTIGO BALAKIAN – Sí, lo vi con mis propios ojos.

DEFENSOR VON GORDON – El “vali” es el funcionario supremo de la provincia, el gobernador.

PRESIDENTE – Quisiera preguntar nuevamente si se renuncia al interrogatorio de otros testigos.

DEFENSOR WERTAUER – Rogaría que hoy mismo escucháramos la opinión de los médicos especialistas.

PERITO STORMER – Les agradeceré mucho si pueden escucharme hoy. Les puedo asegurar que seré extremadamente breve.

DEFENSOR NIEMEYER – Solicitaría entonces escuchar hoy a todos los peritos médicos.

PRESIDENTE – Preguntaré al acusado si desea el interrogatorio de otros testigos.

ACUSADO – Deseo que se interrogue al escritor Aram Andonian.

PRESIDENTE – Los jurados están convencidos de que, en el momento de cometer el hecho, usted estaba persuadido de que Taleat Pashá era el responsable de las matanzas. (Como consecuencia de esta explicación, el acusado consiente en prescindir del interrogatorio de otros testigos. A continuación se interroga a los peritos).


[1] El testigo se refiere al Comité Ittihad (N. del E.).