Perito Johannes Lepsius

Escritor, 62 años, protestante. Jura.

PRESIDENTE – Usted conoce el problema. Le ruego, sin embargo, no comenzar de muy lejos sino expedirse solamente sobre los siguientes puntos: ¿Han tenido lugar en escala masiva horrores como los relatados durante las matanzas armenias de 1915? Y sobre la base de sus investigaciones y experiencias recogidas, ¿son fidedignas las descripciones de los testigos y las declaraciones formuladas por el acusado sobre su vida privada? Y además, ¿de qué elementos estaban formadas las guardias que supervisaban la deportación?


PERITO JOHANNES LEPSIUS – La deportación masiva la decidió el “Comité de los Jóvenes Turcos”. Taleat Pashá como Ministro del Interior (por su parte Enver Pashá como Ministro de Guerra) la ordenó y llevó a cabo con la colaboración de la organización del “Comité de los Jóvenes Turcos”. La deportación, el exilio masivo, que ya estaba resuelto en abril de 1915, abarcaba a todo el pueblo armenio de Turquía con poquísimas excepciones que mencionaré más adelante. Antes de la guerra vivían en Turquía 2.850.000 armenios. Naturalmente, no existe un censo absolutamente serio en un país como Turquía. La cifra mencionada la recogemos del archivo del censo que coincide con los registros del Patriarcado Armenio. Antes de la guerra la población armenia estaba dispersa en la Turquía europea (Constantinopla, Adrianápolis, Rodosto) y en la Turquía asiática (Anatolia, Cilicia, el norte sirio y la Mesopotamia).

La mayoría de los armenios vivía en la Anatolia oriental, en la cordillera armenia, en la legendaria patria de sus antepasados, dentro de seis provincias: Van, Garín, Paghesh, Diyarbekir, Sivas y Jarpert. En la Anatolia occidental, frente a Constantinopla, en la orilla sur del mar de Mámara, vivía un fuerte porcentaje de armenios. Cilicia, en la Anatolia del sur, con la planicie del Taurus y la bahía de Alexandreta con las provincias sirias fronterizas al norte, formaban una parte del antiguo Estado armenio.

Por orden superior toda la población armenia de Anatolia fue deportada hacia el Norte y Este del desierto de la Mesopotamia: Der El Zor, Rakka, Zor, Meskene, Ras Ul Ain, hasta Mosul. Aproximadamente fueron deportados 1.800.000 armenios.

¿Qué significa esa deportación?

En un decreto firmado por Taleat figura esta expresión: “El destino de la deportación es la destrucción”. Ese decreto se cumplió. De las provincias armenias de la Anatolia oriental sólo el diez por ciento de la población deportada llegó al destino del exilio. El resto, el noventa por ciento, fue masacrado en el camino. Con excepción de las mujeres y muchachas vendidas por los gendarmes y raptadas por los kurdos, el resto murió de hambre y agotamiento.

De aquellos armenios que fueron deportados al desierto desde la Anatolia oriental, Cilicia y el norte de Siria, se formaron poco a poco concentraciones, una apreciable multitud de centenares de miles de personas. Todos ellos fueron aniquilados más tarde con una hambruna sistemática y periódicas matanzas. Cuando los lugares de concentración se colmaban con contingentes recién llegados, cuando ya no quedaba lugar para nadie, los conducían al desierto, donde eran degollados. Confesaron los turcos que, siguiendo el ejemplo de los ingleses en su política contra los boers en África del sur, habían llegado a la conclusión de establecer campos de concentración. Oficialmente se declaraba que las deportaciones respondían a medidas preventivas. Por su parte, sin embargo, personalidades autorizadas anunciaban con toda claridad que el objetivo era la aniquilación de la Nación Armenia.

Lo que afirmo se basa también en los documentos que publiqué, procedentes todos de la cancillería y de la embajada Imperial, sobre todo de los informes de los cónsules y embajadores alemanes de Constantinopla.

Ustedes escucharon aquí dos informes o testimonios sobre las vivencias y procedimientos durante las deportaciones: el de Tehlirian y el de la Señora Terzibashian. Testimonios semejantes, con detalles escalofriantes que llevan el sello de la experiencia personal, se han difundido por centenares, la mayoría en publicaciones alemanas y parte en americanas e inglesas. Las verdades son indiscutibles. Los métodos de ejecución en todas partes se parecen entre sí, iguales a los que aquí nos confirmaron Tehlirian y la Señora Terzibashian. De otro modo cabría preguntar: ¿Cómo es posible asesinar en tan poco tiempo a millones de personas? Eso fue posible gracias a los métodos más salvajes, como fuera demostrado también en los discursos pronunciados ante la Corte Militar de Constantinopla durante el proceso seguido contra Taleat y sus camaradas. El tribunal estaba constituido por el comandante de una división, tres generales y un coronel. De los cinco puntos de la acusación, el primero se refería a las matanzas armenias. Por la sentencia de la Corte Militar del 6 de julio de 1919, fueron condenados a muerte todos los principales responsables: Taleat, Enver, Djemal y el Dr. Nazim.

La ejecución de la orden de aniquilación de los armenios fue confiada desde Constantinopla a los gobernadores, intendentes, vale decir, a los delegados gubernamentales, asesores provinciales, etc. Los funcionarios que no obedecían fueron destituidos de inmediato. Por ejemplo, el gobernador de Alepo, Djelal Pashá, se negó a cumplir las órdenes de deportación dentro de su distrito. Fue destituido por Taleat y traslado a Konia. Allí procedió de la misma manera que en Alepo, defendió a los armenios que todavía quedaban y tomó bajo su protección a los deportados. ¿Consecuencia? Nuevamente fue destituido y esta vez se quedó sin destino. Era uno de los poquísimos gobernadores justos que tuvo Turquía. En Diyarbekir otro gobernador, Rashid Bey, mandó matar a dos intendentes por asesinos a sueldo porque se oponían a llevar a cabo la orden de deportación. También se tomaron medidas coercitivas contra funcionarios y militares. El comandante del tercer Ejército sancionó un edicto por el cual cualquier turco que prestase ayuda a un armenio sería muerto delante de su casa, y ésta sería incendiada. Si los funcionarios cometían el “delito” de prestar cualquier ayuda a los armenios debían ser despedidos y remitidos a la Corte Militar.

Cerca de 200.000 armenios quedaron libres de deportación, sobre todo la población urbana de Constantinopla, Esmirna y Alepo. En la salvación de los armenios de Alepo tuvo su papel el cónsul alemán Rössler, el mismo que fue calumniado por la prensa de los aliados como si hubiese organizado personalmente las matanzas. En Esmirna el General Liman Von Sanders, como lo oirán de él mismo, impidió la deportación de los armenios. Lo mismo hizo el Mariscal Von Der Golz. Cuando llegó a Bagdad y se enteró que los armenios habían sido deportados a Mosul y desde allí, junto con los armenios de la misma ciudad, serían deportados hacia el Éufrates, vale decir hacia una muerte segura, Von Der Golz notificó al gobernador de Mosul, exigiéndole la suspensión de la deportación. Cuando el gobernador recibió una segunda orden para llevar a cabo las deportaciones, Von Der Golz presentó su renuncia. Entonces Enver Pashá aflojó, pero en el mensaje dirigido a Von Der Golz agregó entre otras cosas: “… sus atribuciones de Comandante supremo no le dan derecho a inmiscuirse en los asuntos internos del Estado turco”.

En Constantinopla, los embajadores impidieron la deportación de los armenios. Permitidme aquí hacer una observación. Leemos frecuentemente por allí que las matanzas armenias son fruto del hecho de que clase mercantil armenia ha explotado a los turcos y que la población turca, automáticamente, se ha alineado contra los armenios, enfrentándolos. Se ha demostrado que ni las matanzas de 1895-1896 ni las últimas han tenido origen en alborotos populares. Tanto entonces como ahora regían las órdenes administrativas del aparato estatal turco. Precisamente, tanto entonces como ahora fue la clase comercial de Constantinopla, de Esmirna y de Alepo la que se salvó, en parte también porque era la que estaba en condiciones de autoprotegerse. Por el contrario, toda la población campesina de Anatolia, que representaba el 80% de la población armenia, junto con los artesanos en su mayoría armenios, fueron enviados al desierto y aniquilados.

El resto de la población armenia, unas 250.000 personas de las provincias orientales, se salvaron de la deportación gracias a la ocupación rusa de las zonas fronterizas, refugiándose en el Cáucaso.
Por aquel entonces los rusos avanzaron hasta la orilla occidental del lago de Van. Luego, cuando se retiraron, se llevaron a los armenios, pero no por amor a ellos ya que, cuando avanzaron nuevamente en las mismas provincias, no permitieron a las familias armenias regresar a sus hogares.

Yanushguevich, jefe del Estado Mayor de Nicolás Nicolaievich, por aquel entonces comandante del Cáucaso, anunció que Rusia fundaría colonias de kurdos y cosacos en los territorios desocupados por los armenios, para formar un amplio cordón contra los turcos. Miliukov, jefe de los cadetes rusos, criticó severísimamente en el Parlamento esa política rusa, señalando que el Estado ruso hacía lo que anteriormente habían hecho los turcos, vale decir, “armenia sin armenios”. Pero de cualquier manera, el avance ruso salvó la vida de 350.000 armenios y su posterior retirada los erradicó de su país. Todavía hoy los armenios viven en el Cáucaso en un territorio muy exiguo, sufriendo penurias y hambre.

Un observador se ve obligado a formularse esta pregunta: ¿Cómo semejantes hechos han sido históricamente posibles? Trataré de contestar concreta y sencillamente.

La Cuestión Armenia no es una planta de generación espontánea sino el fruto de la política europea. La Nación Armenia es la víctima de los intereses antagónicos de Rusia e Inglaterra. La enemistad de esos dos estados tuvo origen en Oriente a partir de la guerra de Crimea y del Congreso de Berlín. En el tablero de ajedrez político de Londres y San Petersburgo el armenio es el soldado que a veces es empujado hacia delante, otras, sacrificado por razones humanitarias… “la protección de los cristianos…” Todos han sido meros pretextos…

Ya en 1895, cuando Abdul Hamid, obligado por Inglaterra, Rusia y Francia, firmó el proyecto de reformas presentado por esos países, les contestó con una serie de matanzas de armenios.
Lord Salisbury anunció que para Inglaterra la Cuestión Armenia estaba concluida. El príncipe Lopanov dio a entender al sultán que no tenía motivos para preocuparse porque Rusia no asignaba importancia a la ejecución de las reformas. El sultán sacó sus conclusiones… La matanza de Sasún de 1894, que dio origen al proyecto de reformas, costó la vida de miles de armenios. La matanza de 1895-1896, que siguió al proyecto de reformas, costó la vida de 300.000 armenios.

La matanza de 1915-1918, que anuló el proyecto de reformas de 1913, elevó el número de víctimas a 1.500.000. Esa sangrienta escalera de 1894-1895-1915, con 100.000, 300.000, 1.500.000 víctimas, representa un fenómeno en la historia universal de las matanzas sin parangón ni precedentes. Queda por intercalar todavía la matanza de Cilicia con sus 40.000 víctimas. A partir del Art. 61 del Tratado de Berlín, que firmaron las seis grandes potencias, a pesar del acuerdo chipriota de 1878 por el cual Inglaterra garantizaba la defensa de los cristianos y las reformas armenias y a pesar de la firma del sultán debajo del proyecto de reformas presentado por Inglaterra, Rusia y Francia, ninguna de esas grandes potencias movió un dedo para salvar a sus protegidos o, por lo menos, castigar a los asesinos. Hasta la fecha, los armenios sólo han sido un medio para el juego político de Inglaterra, Rusia y Francia.

Alemania, como lo demostrará la publicación de los documentos alemanes, desde el Congreso de Berlín ha sostenido siempre una posición benevolente y prudente para con la Causa Armenia y, como contrapartida, ha sido calumniada ante el mundo como un Estado sostenedor de todas las acciones negativas del sultán y del gobierno turco. Fue la política de Rusia y Gran Bretaña la que llevó primero al sultán y luego a los “Jóvenes Turcos”, a considerar a los armenios como el elemento étnico más peligroso para el Imperio turco. Abdul Hamid llegó a la siguiente conclusión: “Debido a la intervención europea perdí a Bulgaria. Ahora me vienen con los armenios y quieren sacarme la Anatolia oriental, desmembrando a Turquía…” De ahí su locura de perseguir y masacrar a los armenios.

Las reformas armenias quedan como meros proyectos políticos de los estados. En 1913 son puestas nuevamente en la agenda. Conducen las negociaciones los embajadores alemán y ruso. Inglaterra se retira. De estas negociaciones surge un proyecto de reformas que firma la Sublime Puerta con satisfacción para los armenios. La fiscalización de las mismas se confía a dos veedores generales europeos. No se llega a nada sin embargo. Estalla la guerra y los dos fiscalizadores de las reformas son llamados de regreso. Yo me encontraba en Constantinopla cuando las negociaciones. Los “Jóvenes Turcos” estaban muy irritados por el resurgimiento del problema de las reformas armenias y se indignaron aún más cuando, gracias al acuerdo entre Alemania y Rusia, la cuestión se resolvió de la manera deseada por los armenios. Se decía en el círculo de los “Jóvenes Turcos”: “Si los armenios no renuncian a las reformas, ocurrirá algo ante lo cual las matanzas de Abdul Hamid parecerán un juego de niños…” Los “Jóvenes Turcos” y los armenios juntos habían llevado a cabo la revolución. Los dirigentes se habían hecho amigos y en las elecciones colaboraban alternadamente. Durante los primeros meses de la guerra todo parecía pacífico entre ellos. De repente, en la noche del 24 al 25 de abril de 1915, ante el asombro de Constantinopla fueron arrestados 235 intelectuales de la mejor sociedad armenia, conducidos a la cárcel y trasladados al Asia Menor.

En los días subsiguientes se les agregaron algunos centenares más, en total 600 personas. De todos ellos se salvaron 15. Era la intelectualidad armenia de Constantinopla. Vartkés, amigo personal de Taleat y miembro del Parlamento, seguía todavía en libertad. Fue a preguntarle a Taleat qué pasaba. Taleat le dijo: “Ustedes nos apretaron el cuello en nuestros días de debilidad, suscitando el problema de las reformas armenias; ahora nosotros aprovecharemos la situación favorable dispersando a su pueblo de tal manera que por cincuenta años se saquen de la cabeza la idea de las reformas”. Vartkés replicó: “¿Entonces se quiere proseguir la política de Abdul Hamid?” Taleat contestó: “Sí”.

Los registros de la Corte Militar de Constantinopla y los informes del “Journal Officiel” demuestran que las amenazas y su modo de ejecución fueron resueltos por el “Comité de los Jóvenes Turcos” y que Taleat Pashá, alma del Comité y su miembro más influyente, ordenó la aniquilación de los armenios. Al respecto puedo presentar un informe escrito basado en los documentos oficiales alemanes y turcos.

El objeto de mis palabras no es otro que demostrar cómo el juego político de los estados europeos llevó la situación a un punto tal que, primero Abdul Hamid y luego los “Jóvenes Turcos”, sospecharon tanto de los armenios que llegaron a la conclusión de que con ellos no se puede hacer otra cosa que aniquilarlos. Y esa aniquilación se consumó con hechos sangrientos como los que hace un rato escuchamos por boca de los testigos oculares.

DEFENSOR WERTAUER – Dijo usted que el juego político de Inglaterra y Rusia contribuyó a la aniquilación de los armenios. ¿Por qué?

LEPSIUS – Porque suscitaron en los turcos el temor de que quisieran fundar una Armenia independiente que amenazara la existencia e integridad de la Turquía asiática.

DEFENSOR WERTAUER – Hemos oído a menudo que la causa fue que los turcos eran mahometanos y los armenios cristianos y ese odio databa de centurias.

LEPSIUS – La idea fantástica de crear un Estado panturco, panislámico, en el cual no habría cabida para los cristianos, ha nacido del “Comité de los Jóvenes Turcos” y de Enver Pashá.

DEFENSOR WERTAUER – De modo que como se dice “pangermano”, “panruso” o “panturco”, ellos querían erradicar todo elemento extraño aniquilando lo que no fuese turco.

LEPSIUS – Sí.

DEFENSOR NIEMEYER - El armenio era el último pueblo sojuzgado bajo la dominación turca con el cual todavía podía Turquía tener problemas, ¿no es cierto? Todas las naciones sojuzgadas que se liberaron anteriormente de la dominación turca, como las balcánicas, lo hicieron sublevándose sucesivamente; por eso para evitar que los armenios hiciesen lo mismo, se resolvió su aniquilación. ¿Es correcta esta teoría?

LEPSIUS – Sí. El conde Metternich, embajador alemán en Constantinopla en 1918, escribía en un informe fechado el 30 de julio: “El problema armenio ha terminado. La banda de los ‘Jóvenes Turcos’ se prepara para el momento en que Grecia enfrente a Turquía. Los griegos forman el elemento civilizado de Turquía. Ese elemento también será aniquilado a su turno”. Así juzgaba el problema el conde Metternich.