Perito General Otto Liman Von Sanders

66 años, protestante. Jura.

PERITO LIMAN VON SANDERS – A lo dicho por el Señor Dr. Lepsius quiero agregar algo desde el punto de vista militar. A mi juicio debemos dividir en dos partes todo lo que se agrupa bajo el nombre de “matanzas armenias” y a lo que ha ocurrido en Armenia.


La primera, es la orden de deportación emanada del gobierno de los “Jóvenes Turcos”. Podemos, pues, responsabilizar totalmente al gobierno de los “Jóvenes Turcos” por esa disposición y parcialmente por sus consecuencias. La segunda, son las batallas libradas en Armenia, porque en un principio los armenios se autodefendían, rechazando la disposición turca de entregar las armas, y más tarde, según se ha demostrado sin duda alguna, se alzaron parcialmente contra los turcos, apoyando a los rusos. Naturalmente, como consecuencia de esos combates, como suele ocurrir, para la parte vencida se abren las puertas de la masacre. Creo que estos son hechos bien distinguibles. El gobierno ordenó las deportaciones y procedió así basándose en los informes de las altas autoridades militares y políticas, quienes, desde el punto de vista militar, consideraban necesario desalojar a los armenios de la Antonia oriental.

Se dijeron muchas cosas inexactas en contra de los alemanes.

Desearía puntualizar aquí que los coroneles y comandantes generales del Cáucaso siempre han sido turcos. Estos coroneles y funcionarios políticos informaron a Constantinopla, como ya señalé, pero la ejecución de las órdenes recayó en las peores manos. Es necesario señalar aquí que la policía turca de antes de la guerra era muy competente. Contaba con 85.000 efectivos y un batallón especialmente seleccionado, pero luego fue militarizada y dividida, dando lugar a una gran proporción de policía auxiliar que no estaba constituida por buenos elementos. Eran en parte bandidos, en parte vagos. Naturalmente, entre estos hombres la disciplina era mínima. Debe tomarse en cuenta esta situación cuando se consideran los horrores a que fueron sometidos los armenios. No eran soldados turcos sino un pésimo sucedáneo de policía que había sido necesario crear.

Además debe tenerse en cuenta que el equipamiento era tan pobre que muchos armenios han muerto de desnutrición y enfermedades por falta de organización dentro del Estado turco. Así murieron miles y miles de armenios. Creo que todo esto es imprescindible tomarlo en cuenta. Tampoco puede desconocerse que este grupo paralelo estaba influenciado en parte por el sombrío cuadro de la “Guerra Santa”, que veía en los armenios a cristianos y que era obra buena tratarlos con inusitada severidad. La burocracia inferior puede haber exaltado aún más los ánimos. Ya se recordó aquí cómo los kurdos, que fueron siempre enemigos de los armenios, los atacaban y masacraban.

Por lo que sé, el gobierno alemán hizo entonces lo que podía hacer en la medida en que la situación lo permitía. Pero le era muy difícil. Conozco en especial las categóricas protestas elevadas por el embajador conde Metternich en contra de las disposiciones tomadas contra los armenios.

En cuanto a nosotros, que como el Señor Dr. Lepsius tuvo la bondad de señalar fuimos sometidos a tantas sospechas, puedo afirmar que ningún oficial alemán participó en medida alguna contra los armenios. Por el contrario, intervinimos donde pudimos.

Quisiera señalar que yo jamás he recibido orden alguna firmada por Taleat referente a los armenios. Las órdenes que yo recibía eran intrascendentes y firmadas por Enver. Algunas veces eran absurdas y de imposible cumplimiento; por ejemplo, un día llegó una orden disponiendo alejar del Estado Mayor a todos los judíos y armenios. Se sobreentiende que la orden no se cumplió porque necesitábamos a los armenios y judíos como intérpretes. Frecuentemente se recibían órdenes parecidas, sin sentido.

En febrero de 1916 tuve oportunidad de oponerme al gobernador de Adrianápolis cuando pretendía deportar a los armenios y judíos de la ciudad. Enterado del asunto por el teniente Filmar, me hice presente y estudié el problema. El cónsul austríaco era nuestro representante; efectivamente, el gobernador había ordenado la deportación. Pasé a Constantinopla y con la colaboración del embajador Pallavicini y los esfuerzos del embajador conde Metternich y los míos propios, pudimos detener la acción.

El gobernador había hecho sacar las camas y poner en vagones para deportarlos a 600 armenios. Intervine y le advertí mi decisión de hacer fusilar a sus policías si llegaban a tocar a un solo armenio. La orden fue retirada; es la verdad. También en el libro del Dr. Lepsius se menciona este hecho.

Es eso, aproximadamente, lo que me ha tocado vivir personalmente. Quisiera señalar que yo no he pisado ni tampoco he estado cerca de Armenia. Tampoco me ha formulado la parte turca preguntas referidas a medidas antiarmenias. Por el contrario, todo nos fue ocultado para que no tuviésemos noción alguna de las relaciones políticas internas. Es de las mayores calumnias de la prensa extranjera sindicar a los oficiales y funcionarios alemanes como partícipes de tales medidas. Por el contrario, cumpliendo con nuestro deber hemos intervenido a favor de los armenios toda vez que nos ha sido posible. En mi área los armenios vivían aislados y dispersos y los hechos arriba mencionados son los únicos que llegaron a mi conocimiento.

No puedo decir en qué medida Taleat participó personalmente en las órdenes. Que yo sepa, la orden principal para la deportación data del 20 de mayo de 1915. En todo caso, es resultado de la mentalidad del “Comité”, recibiendo además el beneplácito del ministerio. Como dije, la aplicación estuvo a cargo de gobernadores y vicegobernadores, pero principalmente en manos de la terrible policía.