Testigo Lola Beilnsohn

Profesora de Bellas Artes, Berlín, 21 años. Jura.

PRESIDENTE - ¿Usted daba lecciones de idioma al acusado?


TESTIGO – Sí.

PRESIDENTE - ¿Puede decirnos algo en cuanto a su proceder y conducta?

TESTIGO – Comencé a enseñarle a partir del 18 de enero; al principio fue muy aplicado pero últimamente estaba distraído.

PRESIDENTE - ¿Le ha dicho a usted que estaba enfermo y seguía a tratamiento médico?

TESTIGO – Me contó que últimamente había ido a ver al Prof. Kassirer, quien le había recetado un medicamento y que ya el trabajo le resultaba difícil. Durante una clase noté que no podía leer, no sabía lo que había escrito. Era evidente que estaba enfermo y yo le dije que no tenía sentido proseguir con las lecciones. A raíz de eso fueron suspendidas.

PRESIDENTE - ¿Cuándo aproximadamente?

TESTIGO – En febrero.

PRESIDENTE – Comenzó el 18 de enero. ¿Cuándo las suspendió?

TESTIGO – Alrededor del 20 de febrero, en todo caso en la última mitad de febrero.

PRESIDENTE - ¿Las reanudó después?

TESTIGO – Después vino una vez más y dijo que no se sentía bien. Ya se le notaba un gran dolor espiritual, siempre estaba triste.

PRESIDENTE - ¿Se refería a esa tristeza?

TESTIGO – Una sola vez, cuando le pregunté por su patria. Dijo que él ya no tenía patria, que todos sus parientes habían sido asesinados. El sufrimiento se reflejaba tan evidentemente en su respuesta que no quise profundizar más.

PRESIDENTE - ¿No preguntó nada más?

TESTIGO – No.

PRESIDENTE – Luego de eso, ¿lo vio frecuentemente?

TESTIGO – Sí, el 27 o 28 de febrero vino a verme otra vez.

PRESIDENTE - ¿Cómo aprendía el acusado?

TESTIGO – Al principio con mucha aplicación, pero últimamente estaba muy distraído. Él mismo lo decía: “No entiendo nada...”

PRESIDENTE - ¿Podría ser que hubieran suspendido las clases a principios de marzo?

TESTIGO – Podría ser.

PRESIDENTE – Quizás un poco antes del 5 de marzo, luego del cambio de domicilio.

TESTIGO – No vino de su nuevo domicilio, sólo venía de la calle Augsburger.

PRESIDENTE – Pareciera que existió una causa real que lo obligó a mudarse y suspender las clases.

TESTIGO – No sé. En marzo, quizás una semana antes del hecho, no podría precisarlo con exactitud, me avisó por teléfono que se mudaba y que reanudaría las lecciones cuando se sintiera mejor.

PRESIDENTE – Entonces las habrá suspendido a fines de febrero.

TESTIGO – Sí.

PRESIDENTE – (Dirigiéndose al acusado) ¿Suspendió usted las lecciones después de aquella visión o bien existieron otros motivos?

ACUSADO – Suspendí las lecciones por estar débil y enfermo y después de mudarme telefoneé para decir que pensaba reanudarlas cuando mejorase mi salud.

PRESIDENTE – Entonces la suspensión de las lecciones no tiene relación con la visión.

ACUSADO – El único motivo era mi estado de salud.

PRESIDENTE - ¿No se aburría usted mientras vivía en casa de la Señora Tiedmann?

ACUSADO - ¿Por qué me iba a aburrir?

PRESIDENTE – Ya que no tomaba las lecciones.

ACUSADO - Las clases no me causaban un placer especial.

PRESIDENTE – Pero al tomar lecciones hubiese tenido un cambio. Entonces, ¿a que se dedicaba en casa de la Señora Tiedmann?

ACUSADO – A menudo visitaba a compatriotas.

PRESIDENTE - ¿Trataba de familiarizarse con el alemán?

ACUSADO – Leía por las mañanas al levantarme.

PRESIDENTE - ¿Era un libro de lectura? ¿Tenía otro libro en alemán?

ACUSADO – No tenía ningún otro.

DEFENSOR VON GORDON - ¿Ha progresado tanto como para poder, aunque con dificultad, leer y comprender la acusación por ejemplo?

ACUSADO - Los manuscritos los leo con mucha dificultad, los impresos con más fluidez.


(A la testigo Beilnsohn no se le formulan más preguntas).